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_,

SENOR NUESTRO.

III

§.

XXXVII.

Jesucristo da: vista

á

un ciego de nacimiento-.

Pasando Jesus, vió

á

un hombre que babia nacido cie–

go; era esto un dia de sábado: preguntáronle sus discí–

pulos, si aquel hombre babia nacido ciego en casti go de

su pecado.,

ú

del de sus padres. Ni úno ni ótro., respon–

dió el Salvador., sino que Dios lo ha permitido así pa ra

hacer ostension de su omnipotencia., y maHifesta r

por

medio de un milagro la glor ia de su Hijo. Miéntras que

es toy en el mundo., añadió el Señor, soy la

luz

del m_un–

do: para saber quién soy no es ·menester sino abr ir los

ojos,

y

ver las obras que hago: dicho esto, escupió

en

la tierra;

y

habiendo hecho un barro de la tierra

y

su

saliva, le frotó con él los ojos al ciego,

y

le dixo: Anda

á

lava rte al baño de Siloe, que significa el enviado: este

baño era un depósito de las aguas de una fuente que co7" .

r ria

á

la falda del monte Sion. Como el nombre de Siloe,

ú

de enviado es uno de los nombres que da la .Escr itura

al Mesías, es claro que no. fue sin misterio el enviar .el

Señor al ciego

á

aquella fuente; sin duda sería para en–

señarle que él es el .que nos reengendra en las aguas del

bautismo,

y

el que cura con su gracia nuestra ceguedad

espiritual. Obedece el ciego sin dilacion;

y

apénas se

hu–

bo lavado los ojos, cuando vió cla ramente. E sta fuente

que sale del monte Sion en Jerusalen, se ve todavía;

y

se dice que los turcos van

á

lavarse en sus aguas para sa–

nar del mal de ojos (

Joan.

9.

).

Un

prodigio tan estupendo hizo gran ruido.

El

ciego,

que pedía limosna

á

la

puerta del ternplo, era conocido

de bas tantes gentes: muchos no quer ian creer que fuese

el mismo ; pero él decía

á

todo el mundo: Yo soy, no

lo dudeis; y contaba en alta

voz

como aquel hombre

llamado

Je

us

le

habia dado vista. Los fariseos fuéron bien

p resto avisados de lo que pasaba: p resentáronles el que

hacia la admiracion de todo el pueblo: p reguntáronle, y

le

r epreguntáron hasta querer saber de él

la

menores circuns–

tancias de ló que

había

pasado. Era sábado cuando

J

esus