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Y LA EPIFANÍA.

la Escritura, que ni la circuncision, ni la ley de Moyses,

ni las otras ceremonias legales sirven ya de nada; que las

bendiciones prometidas

á

J\brahan son para los que creen en

Jesucristo; que este divino Salvador y sus discípulos son

los verdaderos hijos de Abrahan y los herederos de las ben–

diciones

y

de las promesas: que los judíos carnales están

figurados en Agar é Ismael; y al contrario los cristianos

en Sara

y

en lsac: que por la fe quedamos libres de la

servidumbre de la ley,

y

entramos á gozar de la libertad

de hijos de Dios; que los hebreos no han sido esclavos;

que la ley antigua solo se les dió para contener sus transgre–

siones; que de todos cuantos vivían baxo de la ley, esta-

, han sujetos

á

la maldicion; que solo Jesucristo nos ha

li–

brado de esta maldicion, satisfaciendo sobreabundante–

mente

á

la justicia divina, cargando sobre sí nuestras deu–

das,

y

pagándoTas con la muerte de cruz que quiso sufrir

por nuestro amor: en fin, les hace acordar que por la

f-e,

y

no por la ley, han recibido los dones sobrenaturales del

Espíritu santo; lo que respecto de éllos era una

pr~ba

sensible

y

sil'\,.réplica de que la ley de ningun modo era

necesaria para recibir

Ia

gracia de la justificacion despues

del nacimiento

y

muerte del Salvador del mundo. San Pa–

blo les prueba claramente su apostolado y su mision. Dice

que Dios le escogió desde el vientre de su madre,

y

le lla–

mó por su gracia para anunciar la fe

á

los gentiles: que el

evangelio que él predicó

á

los gálatas, es el puro evange–

lio de Jesucristo; y que no hay otro evangelio; qi.e aun–

que él mismo les anunciára otro evangelio que el que les

predicó,

y

aunque viniera para ello un ángel del cielo,

sea anatema : sí , añade el santo Apóstol , yo lo digo y lo

repito: Si alguno os anuncia otro evangelio que el que

babeis. recibido, sea anatema. ¡Buen Dios, y cómo el en·

tido de estas palabras bien entendido hubiera quitado la

mascarilla á los falsos doctores! ¡cómo tambien una fe

viva

y

una entera sumision á la Iglesia hubieran preserva–

do de error á aquellos fieles, que teniendo el espíritu in–

co~stante

como los niños, se dexan llevar de acá para allá

de todo viento de doctrina , seducidos por la malicia de

los hombres, como habla san Pablo,

y

por los artificios

deque se sirven para envolverá los simples en el error!

In

nequitia hominum,

in

astutia, ad circumventionem erroris.

E2

(