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Y LA EPIFANÍA.
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que padecerá este divino Salvador, harán mas gloriosa la
fe
y
la fortaleza de los que permanecer án fieles á su doc–
trina; y servirán para hacer un justo discenvmiento entre
los que son sus verdaderos discípulos, y aquéllos que
ó
no
lo son, ó solo' lo son en el nombre. Se puede decir cierta–
mente que la pasion y muerte del Salvador fueron una prue–
ba, que hi zo ver quiénes eran sinceramente su yos: aún el
dia de hoy son la cruz y las humillaciones del Salvador
quienes prueban
y
distinguen los verdaderos de los falsos
fieles. El verdadero crisúano no se avergüenza de la cruz
de su Dios; las adversidades son unas pruebas fu er tes. Una
virtud aplaudida siempre se tiene por dudosa mi ntr as du–
ra el estado de prosperidad; la adversidad ·es la mas cierta
prueba de la fidelidad del verdadero discípulo.
La otra pei¡ona que reconoció
y
adoró
á
Jesus en el
templo fue una santa viuda de ochenta y cuatro años de
edad llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser,
conocida por el don de profecía que babia recibido de Dios,
y
por la vida santa que hacia despues de la muerte
CU.
su
marido, con el cual había vivido siete años,
quedan~~iu
da aun bastante jóven. Era contínua su abstinencia: em–
pleaba las noches
y
los días en la oracion; el tem plo, por
decirlo así, era su casa, de donde apenas salia. Se halló en
el templo al mismo tiempo que Simeon; y llena de un go–
zo igual al del santo Viejo, comenzó por su parte
á
alabar
al Señor,
y
á publicar
á
todos los que estaban presentes,
y
aguardaban la redencion de Israel, que en fin
s~
habían
cumplido sus deséos; que el Salvador tan deseado babia ve–
nido,
y
que sus deseos debían convertirse en adelante en
acciGnes de gracias. Habiendo cumplido José
y
María con
todo lo que estaba prescripto por la ley, se volvieron
á
Na–
zaret, que era el lugar de su habitacion;
y
añade el Evan–
gelista, que el niño J esus lleno de sabiduría crecía,
y
que
la gracia de Dios estaba con
él.
Jesucristo siempre estuvo
lleno de sabiduría, pues era la misma sabiduría; pero la ha–
cia parecer mayor conforme crecia en edad. Habiéndose
hecho niño el
Salvador~
fue llegando por grados
á
la edad
perfecta para ser nuestro modelo en todas las edades. En
esta edad tan tierna poseía ya todo los tesoros de la cien–
cia, de la abiduría y de la gracia, siendo como era Dios.
i
Y no podía recibir
aumento~
En cuanto hombre no podía
.