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Y LA EPIFANÍA.

· El evangelio de este dia es del capítulo segundo de san

Lucas, en el cual

el

santo Evangeli ta describe el recibi–

miento que el santo

viejo

Simeon y la profetisa Ana hicie–

ron al niño Jesus en el templo. La santa Vírgen despues de

los cuarenta dias

qu~habia

de purificarse despues del parto,

llevó al Salvador

á

Jerusalen para ofrecerle al Señor, co–

mo lo disponía la ley, á la cual obedecia con la mayor pun–

tualidad. Esta fue la primera vez en que el Hijo de Dios se

dexó ver con su Madre en el templo; pero no todos los que

se hallaron allí tuvieron la dicha de cor:iocerlos. Esta

gra~

cia solo se concedió á dos personas de una eminente virtud.

La primera fue un hombre justo y temeroso de

Dios,

llamado Simeon , venerable por su edad; pero mucho mas

por su piedad. Este Santo suspiraba mucho tiempo habia

por !avenida d¡l Salvador, que habia de se:r la consolacion

de su pueblo. Estaba lleno del Espíritu santo, el cual le lle–

vó al templo al rriismo tiempo que María

y

José se encami–

naban

á

él con el niño: Dios le habia prometido •que no

moriría hasta que hubiese visto al Mesías ó Cristo

~~e-

' ñor. El cardenal Baronía, despues de muchos antiguos au–

tores cristianos, es de parecer que Simeon e¡¡a sacerdote

de la ley. No se puede explicarel transporte de alegría con

que el santo Viejo tomó al niño Jesus en sus manos, ni el

tesLin onio -de gratitud con que e puso á alabar y á ben-

J

decir

á

Uio , diciendo: 'eñor, véisme aquí dispuesto á mo-

rir : tiempo es ya de que yo cierre

mis

ojos; pues ya no

les queda que ver despues de haber visto al que há'beis en,-

víacto

á

salvar al mu ndo, el cual debe enseñará las nacio-

nes , y di ipar con

w

luz las tinieblas del er.rnr.

y

de la infi–

delidad esparcidas por toda la haz de la tierra: á aquel en

fin, que ha _de -ser la gloria de vuestro pueblo Israel; de

e.s~e

amado pueblo, el cual solo teodrá la dicha de poseerle v1

1-

.

blement , de oír su voz,

y

de ser testigo de!sus

milag

r.os.

Era11t Jo seph, et

Maria

rnater J esuJmir.antes supe1·

his

,

qua? dicebantur de illo.

Mientras el varo.lll de Dios hablaba

cie

e~ta

su rte de las grandezas y del poder del niño Jesus,

José

y

María le oían con admiracion. El Evangelista da á

s ~n

José la calidad de padre de Jesus, por cuanto la cali–

dad de esposo de María le daba un derecho_particular so–

bre la persona del Salvado1!. Estaba en Juga[ d.e tutor, y

estaba encargado de alimentarle

y

de criarle; por lo cual

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