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DE
CUARESMA~
361
los suplidos
y
de la muerte que jesucristo habia de
pa–
decer en Jerusalen: los apóstoles fuéron asaltados de un
dulce espanto, causado por la adrniracion
y
el gozo que
les inspiraba la vista de este prodigio. 'Entónces san Pe–
dro, arrebatado todo de amor,
y
abandonándose al go–
zo de que saltaba, en una especie de éxtasis exclamó:
¡Ah Señor, qué bueno es esto!
i
queréis que ñxernos aquí
nuestra
morada~
en ninguna parte podrémos estar mejor;
permitid que no salgam0s de aquí; levantarémos tres ta–
bernáculos ó tiendas, una para vos, otra para Moyses,
y
otra para Elías. San Pedro no consulta aquí sino
á
su buen
corazon,
y
se dexa arrebatar de su vivacidad
o.rdinari~
y
del ardor de su devocion. Aúr:i no babia acabado de
hablar, cuando una nube Fesplandeciente los envolvió ;
y
al mismo tieihpo salió de la nube . una voz q·tle ctecia:
Este es mf amado H ijo
,
en quien yo encuentro y tengo
tod,as
mis
complacencias ; r-;idle como
á
vuestra maestro-,
obedeced/e como
á
vuestro
rey .
Esta v0z no se oyó sino
des.pues que Moyses y El.ías hubiéron desaparecido, pa–
ra que estando solo Jesucristo, dice san Crisóstomo, no
se pudiera dudar que se dirigía
á
él. El resplandor de
esta nube
y
el son.ido de esta voz hicieFon tal i.mpresion
en los apóstoles , que llenos de temor, cayeron en tierra
boea abaxo;
y
al mismo instante rnda esta gl0fia se des–
vaneció. Acercándose entónces Jesucristo, les dixo:
Le–
vantáos, no
tengais miedo..
Comenzaron
al
pupto.
á
le–
vantar 10s
ojos , yviéndole· solo , se aseguraron y
se
serenaron.
Queri.anir
á
contar
á
los 0tros apóstoles lo
que acaba
ba de suceder;
~ero
Jesus· k:s mandó ar ba·–
xar del monte que no
lo dixesen
á
nadie hasta
despues.
de su resurreccion.