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DE CUARESMA.

les la paz, se la da·,

y

los tranquiliza. En fin , si sube

á

la cumbre de

un

alto monte, no habla allí sino de su pa–

sion

y

de las humillaciones de

~u

muerte : aunque los após–

toles estén llenos de tristeza, con solo mostrar un débil,

rayo de su gloria, convierte este lugar escarpado, solita–

tio': y

espantoso, en un paraíso ter.renal,

y

llena á todos

los que están con él de tantas dulzuras

y

suavidades, que

exclaman

y

le dicen, que no es- menester pensar en ir á

buscar la bienaventuranza

y

la felicidad á otra parte ; que

serian dichos os si se les concediese el favor de subsistir eter–

namente en aquel palacio, con

tal

que Jesucristo se que–

dase con éllos:

Bo11um est nos hic esse.

Por mas que se am?{l·

tonen t.esoros sobre tesoros

9

por mas que se reunan

tod_~s

los placeres; por mas que se multipliquen las hoHrq.s del

mundo, todos,,estos contentos son exterio_res; el corazon

no está por eso·menos sujeto

á

sus tedios , ni menos enrre–

g~do

á

sus inquietudes

m,or~ale_s.

Con todos estos aparatos,

será cuando mas·, una v1ct1ma coronada de flores en

~vís­

peras de ser sacrificada. El solo pensamiento de la muer:

te introduce la turbacion en todas las alegrías ,

y

llena

de

una cruel amargura todos los gustos' todos Jos placeres.

Solo en el servicio de Dios desaparecen todos estos nubla–

dos; solo el amor á Jesucristó,

y;

el que Jesucristo nos tie–

ne, es capaz de hacernos gustar unas dulzuras, una paz

que el hombre carnal no es capaz de comprender

y

me–

nos ele gustar. Esta paz tan dulce de que goza el alma

es·

un gusto anticipado de los gozos del cielo.

Compa~a

lamo–

destia, la suavidad inalterable de las gentes de bien coa

el humor siempre enfadoso, adusto, colérico, arrebatado,

de Jos mas dichosos del siglo; se derraman lágrimas en el

servicio de Dios;

¡

pern

qué gozo qué ciulzura en estas

Já-·

grimas! Se derraman en el mundo; los maniantales on ina–

gotables entre los mundanos;

¡y

qué amargura, qué pena

la

de todcs estos lloros

!

los qué son tanto mas amargos,

cuanto son mas secretos

y

mas estériles: por mas que se

busque, por mas que

se

solicite, por mas fat igas que sepa–

sen para encontrar una sombra de felicidad sobre la tie–

rra , no se puede dexar de decir :

Y

o no soy dichoso sino

en

cuanto estoy con Jesucristo.

Hacedme, Señor, esta verdad sensible por mi expe–

riencia ;

JVlihi autem adhterere Deo bonum est

:

Yo ,

Dios