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DE CUARESMA.
323
]Jír
itu
y
en verdad,
y
para darle un culto que le fuese agra.
dable, estaba reservado al tiempo del Mesías;
y
así eran
precisos los fuegos, los relámpagos, los truenos en un
tiempo calmado,
y
en un cielo sereno para hacer sentir
á
aquellos corazones duros
y
materiales,
á
aquellos espíri–
tus groseros é intratables, la magestad del divino
Legisla~
dor, la mision milagrosa de su fiel siervo, la sumision res–
petuosa con que se debia recibir aquella divina ley,
y
el
temor religioso que debian tener todos de quebrantarla.
La gloria del Señor sobre el monte era como un fuego en–
cendido
á
la vista de los hijos de Israel;
pero esta mis–
ma gloria no se manifestaba sino por medio de una nu\
be magestuosa
y
terrible. Cuando el Señor quiso tomar po
sesion de su tempio de Jerusalen, edificado por Saloman,
ya no era neceoorio el terror para con
uri
pueblo hecho
mas humano, menos indócil
y
mas_ religioso por mediG
de una larga série de maravillas. Este terror no
conve ~
nia en un templo en que Dios solo quería derramar
fa.
vores
y
excitar el amor
y
la confianza. La gloria
y
lama–
gestad del Señor
se
han manifestado siempre luminosas
á
la verdad , pero siempre anubladas; esto es, obscuras; mas
con una obscuridad magestuosa; mezclada de un fuego
interior, que resaltaba del fondo de la nube,
y
que se
hacia advertir del fondo de la obscuridad: así Salomon
no dudó que fuese ésta el símbolo de la divinidad ; por
eso cuando la vió, exclamó: El Señor dixo que habitaría
en una nube:
Dominus dixit
,
ut habitaret in neb!la.
El
mismo prodigio sucedió en la dedicacion del tabernácu.
lo en el desierto. Este ha sido siempre el símbolo baxo
del cual Dios se ha hecho sensible á su pueblo; para en.
señarnos, que no hay otro medio que la fe para conocer
al Señor sobre la tierra. Estas nubes luminosas
y
obscu–
ras al mismo tiempo son tambien el símbolo de nues–
tra fe. Se puede decir que todo es misterioso en
tl
viejo
Te
tamento , que todo en él es figura del nuevo, y que
todo es una leccion mu
y
instructi
v~
para los fieles.
La tegunda epistola es del capitulo
r
9. del libro
3.
de /o¡
Reyes.
In
diebus
illis
:
Venit
Elia.r
En
aquellos días : ;Llegó Elías
m Bersabee Juda
1
et
dimisit
á
Be~sabé
de
J
udá ,.
y
dexó allí
X2