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MARTES PRIMERO
una insensibilidad poco cristiana. Piensa que en
nuestra~
iglesias descansa el cuerpo del' Salvado-r, el cual solo es–
tuvo nueve meses en el seno de María , pocos días en el
establo, tres horas en la cruz,
y
tres días en el sepulcro;
y
'esta loable mansion hizo á todos estos lugares sagra-
1 -
dos tan dignos de f!Uestra veneracion , de nuestro respeto
y
de nuestro culto. El mismo Salvador, el mismo Dios es tá
, dia y noche en nuestras
iglesias~
donde
á
la.verdad es ado–
rado contínuamente de una multitud innumerable de án–
geles, de- arcángeles
y
de serafines, que le hacen la cor–
te ; ¿y solos los cristianos, por cuyo amor escogió el Sal–
vador nuestros templos para palacio suyo, no se han de
dignar de venir
á
adorarle?
i
han de venir solo p<\.ra insul–
tarle? Los demonios se estremecen
á
sola la vista del lu–
gar santo; y los cristianos le profanan co:i una insolen–
ci~
, que causaria horror á los mismos paganos.
z
Qué se
diría si se viera un cristiano sobre el Calvar io en pie, ó
. sentado, con tanta inmodestia como en un me.rcado
~
z
si
.se
l~
viera hablar, reir, requebrar en el mismo sitio en
que el Salvador fue crucificado? Pero todavfa sería cosa
mas horrible, si se hubiera hecho esto cuando el Salvador
espiraba. ¡O abominacion de la desolacion
!
Nuestras igle·
sías son sagradas como el Calvario; Jesucris to renueva en
éllas todos los días sus sacrificios, sacrificándose sin cesar
' por nosotros al Padre Eterno; sin embargo, ¡cuántas irre–
verencias se cometen, cuántas profa nidades duran te el
sacrific~ Se
vi ó jamas un escándalo mas horrendo, una
profanacion mas espantosa, una abominacion mas impía ?
i
pero hubo jamas un delito menos digno de perdon entre
los
cristianos~
PUNTO SEGUNDO.
Considera si es posible llevar mas léjos la impiedad,
y
si p
uede haber una impiedad que ·
irri~e,
que encienda
mas Ja
indignaci.ondivina. Las casas de los particulares
son asi
los contra lGs insultos de sus ehemigos ;_cada uno
está" seguro en su casa; ¡qué delito estar sin respeto en
el palacio de un príncipe! ¡no ha de haber otro que
Je·
sucristo
á
qufon su propia casa no ha de poner al abrigo
de la insolencia , de
la~
irreverencias , de los insultos de