![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0323.jpg)
DE CUARESMA.
RE F L E X ION E S.
Ciianto los cielos están elevados sobre
la
tierra, tanto·mi':i
.
caminos están elevados sobre vuestros caminos
,
y
mis pen...
samiento.r sobre vuestros pensamientos.
Dios piensa
muy
distintamente que nosotros de las verdades de la religion,
del valor de los bienes criados , de todo lo que cae baxo
de los sentidos, de las vanas ideas de grandeza , de felici–
dad, de fortuna ; en una palabra, de todo lo que deslum–
bra
y
halaga el espíritu
y
el corazon humano.
Nosotr~
no estimamos sino lo que lisqnjea la ambician , lo que ali¡
menta la concupiscencia, lo que dice alguna relacion con
el amor propio. Los p.uestós mas altos despiertan nuestras
- pasiones; los pmceres encantan nuestros sentidos; las bon·
ras no's embriagan. Por el contrario, se tiene horror
á
la
pobreza, se miran las adversidades como azotes de Dios,
y
las humil1aciones como desgracias. l.Jna vida obscurq,
es
rnenosprnciada ; no se alaba sino lo que brilla ; no se na–
cen votos, no se forman deseos sino por la prosperidad.
Dad una ojeada por todo lo que hoy se llama gran mun–
do.
i
Qué lugar ocupa la religion en el espí ritu
y
en el co–
r~zon?
i
en qué estimacion están las máxhnas del evan–
gelio , no digo entre esas mugeres desenvueltas
y
entre
tantos jóvenes libertinos , sino aun entre aquellos que ha- ·
cen profesion de ser cristianos,
y
de traer una
~ida
bas–
tante arreglada?
i
Los oráculos de Jesucristo so'tli el pre–
cio
y ·
el mérito de la humildad
y
de los trabajos hacen
grande impresion en los corazones encantados de las per–
nidosas máximas del mundo?
i
hallarán éstos mucho gus–
to en las máximas del evangelio?
i
dexan penetrarse de las
mas terribles verdades de •la religion?
i
se recibiria hof
bien el hacer el elogio de la modestia cristiana , de la re–
gulariclad exemplar , de la mortificacion? Se alaba una
, moda, un equipage magnífico, una serie contínua de pla–
ceres y
dr
diversiones mundanas, de que la moral cristia–
na no inspira sino disgusto. Mis pensamientos, dice el Se–
ñor, no son como los vuestros-, ni vuestros caminos co–
mo los mios. ¡Qué diferencia, buen Dios
!
¡ qué oposicion
entre los pensamientos del Criador,
y
los nuestros! ¡entre
nuestras máximas
y
las de Dios! Uno de los dos yerra:
Tom. l.
V~