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DE CUARESMA.

RE F L E X ION E S.

Ciianto los cielos están elevados sobre

la

tierra, tanto·mi':i

.

caminos están elevados sobre vuestros caminos

,

y

mis pen...

samiento.r sobre vuestros pensamientos.

Dios piensa

muy

distintamente que nosotros de las verdades de la religion,

del valor de los bienes criados , de todo lo que cae baxo

de los sentidos, de las vanas ideas de grandeza , de felici–

dad, de fortuna ; en una palabra, de todo lo que deslum–

bra

y

halaga el espíritu

y

el corazon humano.

Nosotr~

no estimamos sino lo que lisqnjea la ambician , lo que ali¡

menta la concupiscencia, lo que dice alguna relacion con

el amor propio. Los p.uestós mas altos despiertan nuestras

- pasiones; los pmceres encantan nuestros sentidos; las bon·

ras no's embriagan. Por el contrario, se tiene horror

á

la

pobreza, se miran las adversidades como azotes de Dios,

y

las humil1aciones como desgracias. l.Jna vida obscurq,

es

rnenosprnciada ; no se alaba sino lo que brilla ; no se na–

cen votos, no se forman deseos sino por la prosperidad.

Dad una ojeada por todo lo que hoy se llama gran mun–

do.

i

Qué lugar ocupa la religion en el espí ritu

y

en el co–

r~zon?

i

en qué estimacion están las máxhnas del evan–

gelio , no digo entre esas mugeres desenvueltas

y

entre

tantos jóvenes libertinos , sino aun entre aquellos que ha- ·

cen profesion de ser cristianos,

y

de traer una

~ida

bas–

tante arreglada?

i

Los oráculos de Jesucristo so'tli el pre–

cio

y ·

el mérito de la humildad

y

de los trabajos hacen

grande impresion en los corazones encantados de las per–

nidosas máximas del mundo?

i

hallarán éstos mucho gus–

to en las máximas del evangelio?

i

dexan penetrarse de las

mas terribles verdades de •la religion?

i

se recibiria hof

bien el hacer el elogio de la modestia cristiana , de la re–

gulariclad exemplar , de la mortificacion? Se alaba una

, moda, un equipage magnífico, una serie contínua de pla–

ceres y

dr

diversiones mundanas, de que la moral cristia–

na no inspira sino disgusto. Mis pensamientos, dice el Se–

ñor, no son como los vuestros-, ni vuestros caminos co–

mo los mios. ¡Qué diferencia, buen Dios

!

¡ qué oposicion

entre los pensamientos del Criador,

y

los nuestros! ¡entre

nuestras máximas

y

las de Dios! Uno de los dos yerra:

Tom. l.

V~