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MARTES
PRIMERO
san Ger6nimo mira como uno de los mayares milagros
de ·
Salvador la pronta obediencia de los mercaderes
y
ban–
queros,
y
el silencio no esperado de los fariseos
y
sacer–
dotes: este Padre cree que en esta ocasion imprimió Jesu–
cristo, por la rnagestad de su rostro,
y
por el ay re todo'
divino que pareció en su persona, un t·error
y
unos sen–
timientos de respeto en el espíritu de los únos
y
de los
ótros, que no les permitieron resistirle. Esta es la sola vez
que el Salvador habló con alguna suerte de alteracion, pa–
ra enseñar
á
los simples fie1es hasta dónde debe llegar su
respeto pa ra con los lugares sagrados; y á lo's ministros
del santuar io, cuál debe ser su vivacidad cuando se trata
de 'procurará los lugares sagrados el respeto que les es de–
bido.
i
Qué desgracia sería la nuestra si unos ministros co–
bardes
é
interesados convirtiesen todavía boy fluestras igle·
sias en refugios de ladrones por el tráfico indigno que hi–
ciesen de las cosas santas1
i
Pero cuántos libertinos, cuán–
tas mugeres mundanas los profanan quizá mas indigna–
mlnte
~
?.
qué castigo será el suyo 1 Pasma, decia el sabio
Pico de la Mirándula, que entre tantas religiones como
se han extendido por todo el mundo,
y
han dominado tan–
to tiempo, no haya habido otra religion que la de Jesucris–
to , es to es, no haya habido otra que la sola verdadera re –
ligion. que haya visto profanar sus templos por sus pro–
pios súbditos. Se vió
á
los romanos violar el templo de los
judíos; se vió á los cristianos tacer pedazos los ídolos pa–
gano~ero
se vio jamás que los paganos hiciesen la
guerra á sus dioses, manchasen los sacrificios que les ofre–
cian, por mas falsos
y
supersticiosos que fuesen estos sa...
crificios
~Se
vió á los hereges profanar nuestros santos tem–
plos;
i
pero los hemos visto no tener respeto á los
s uyos~
i
P<
r qué, pues, esta
diferencia~
Es ·que el enemigo de
nuestra salvacion no va á tentará los paganos, ni á inqu ie–
tarlos en medio de sus sacrificios; porque son sacrificios fal–
sos ,
y
porgue recibe él mismo el incienso que en éllos se
quema. Estos templos están ya bastante
profanad~s,
sin
. q11e sea necesario inspi rar á sus adoradores el que los pro–
fanen ; pero emplea todas sus fuerzas v todos sus artifi–
cios para destruir el culto que se da al verdadero
Dios,
para apartarnos del sacrificio adorable de nuestros alta-
1
es, para hacernos perder el fruto que podíamos sacar,