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MARTES PRIMERO
cho que os queríais convertir, habeis creido que todo
es–
taba hecho; pero Dios juzga muy de otro modo que nos·
otros de
la
sinceridad de
nuest~os
deseos,
y
de nues–
tros propósitos frecuentemente ineficaces. Si quereis con–
vertiros de veras, dice el Señor nuestro Dios, mudad de
conducta; inforrnáos cuál es lamia,
y
conformad con élla
la vuestra. Dexad vuestros caminos para entrar en los
mios: vosotros sois vengativos, violentos, coléricos; y yo
soy manso, compasivo, misericordioso. Volvéos, pues, á
mí
con una entera confianza;
y
no temais que el núme–
ro
y
la enormidad de vuestras culpas sean un obstáculo
insuperable para con eguir el perdon. No temais que las
promesas que
os
hago de una entera reconciliacion, sean
en vano. La lluvia
y
la
nieve volverán
á
subir hácia el
cielo antes que
mi
palabra dexe de tener su efecto. Yo
seré tan fi el en mis promesas, como generoso; de vosotros
solo depende el ver su perfecto cumplimiento. No pongais
-em!;?arazo;
mi
palabra es como la lluvia y la nieve, que
fecunda la tkrra, y hacen brotar el grano que se ha sem–
brado, con tal que esté bien preparada.
A
este modo, mi
palabra no volverá á mí sin fruto; mas producirá el efecto
por
el
cual la he enviado. ¡Qué cosa de mas consuelo pa·
ra
el pecador,
y
qué cosa mas propia para inspirarnos
la
confianza que este pasage de la Escritura!
El evangelio no nos presenta menores instrucciones.
Viendo Tesucristo que se acercaba el tiempo que habia
destina~ra
acabar la
grande
obra de la redencion de
los hombres, hizo su entrada triunfante en
La
ciudad de
Jerusalen cinco dias antes de su muerte. En el camino ha–
bía recibido las aclamaciones de los pueblos, que habian
ido delante de él con palmas en las manos gritando:
Ho–
sanna,filio David;
que quiere decir: Dios te salve, hijo de
David; viva el hijo de David:
Toda suerte de bendiciones,
y
de prosperidades al que viene en el nombre del Señor:
Lue·
l!O
que entró en Jerusalen,toda la ciudad se conmovió,
y
ca-
da uno decía: iQuién es éste? pero la multitud que estaba
al rededor de él, respondia: Es Jesus, el profeta de Naza–
ret en Galilea. Jesus entró en el templo; esto es, en el átrio
ó
pórtico de Salomoa. Encontró allí una
esp~cie
de merca·
do, donde se compraba
y
se vendía sin escrúpulo. En las
grandes fiestas,
y
especialment_e en la fiesta de la Pascua,