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PRIME'R DOMINGO

solo comian lo que bastaba para no' morir de necesidad; tan

lejos estaban·de buscar viandas que les lisonjeasen el gusto

y la sensualidad. La exactitud del ayuno de. la Cuaresma

no se ha hecho consistir precisamente en cercenar y dismi–

nuir la comida,

ó

en comer mas tarde de lo acostum–

brado, sino tambien en la abstinencia de las viandas mas

substandosas y 'delitadas: muchas personas hay que no ha–

cen mas ·que Uña comí · a al dia por. un puro printipio de

sanidad, por comer con mas apetico,

y

in pretender ayu–

nar. Por comer menos, no son ni menos sensuales, ni mas

templados. La abstinencia es inseparable del ayuno: la mas

generalmente recibida ha sido siempre la de prohibirse el

uso de la carne, de los lacticinios ·, de los huevos y del vi–

no: en esta doble abstÍnencia hace san Ag.ustin consistir

el ayuno, pretendiendo que esta abstinencia compreadia

la de todo género de delicadeza en la comida. Parece que

el comun de los fieles no pasaba mas adelante; pero los

que deseaban llevar el ayuno

á

la perfeccion, se prohi–

bi9Ln hasta el pescado

y

el uso del aceyte, reduciencio

á

pan y agua la única refeccion al día; la que no se tomaba

jamas sino por la tarde. Este era, segun el sentir de san

Gerónimo, el mayor rigor que se podia guardar en el ayu–

no legítimo y arreglado por la prudencia , no aprobando

el Santo la costumbre de los que pasaban los dos

y

tres

días sin comer ni beber; pues por esta imprudente singu–

laridad se veian ptecisados

á

usar despues de otros ali–

ment

' ',~

1os comunes

y

mas delicados : una mortifica–

cion mas

~Jnstante.,

no interrumpida, menos

adverti~a,

es siempre de un mérito mas relevante para con Dios:

Fortissimum j ejuniurn est aqua

&

panis

(

Epist. ad N ep.

).

Si

mas adelante pareció deber ensanchar alguna cosa sobre

la abstinencia del vino; por lo que mira

á

la de la carne,

ha subsistido siempre en toda suerte de ayunos. San Geró–

nimo alaba á santa Marcela, porque preci'>ada á beber vi–

no

á

causa de .sus grandes enfermedades, bebia tan poco,

que apenas teñia el agua. Los licores

y

toda suerte de bebi–

das deliciosas no estaban menos desterradas que el vino. San

Gerónimo se queja altamente contra este abuso. Hay algu–

nos, dice, que _no beben vino, pero se ceban en otros li–

cores exquisitos, no por necesidad, sino por gusto. Tam–

bien condena la destemplanza

d~

los que no alimentándo-