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DE CUARESMA.

~6r

gilia de la noche: divisáronle de léjos caminando sobre

las aguas, y tan apriesa que parecía querer no solo al–

canzarlos, sino pasar mas adelante, y dexarlos atras. Cuan–

to

mas se acercaba , tanto mas temblaban, no juzgando

que fuese aquel ·el Señor; y su espanto fué tan grande,

que teniéndole por una fantasma, se pusiéron todos á gritar;

pero los sosegó al instante, diciéndoles : _Buen ánimo, no

hay que temer; yo soy: entró luego en la barca,

y

cesó el

viento; lo que los admiró todavía mas. Este nuevo mila–

gro los pasmó de modo, que estaban como fuera de

sí,

y

ya no pensaban en el de la multiplicacion de los panes, ó

á

lo ménos no les parecía cosa mayor en comparacion de

éste; lo que hizo que por un repentino transporte, se–

gun san Mareo , se arrojasen

á

sus pies , y le dixesen to.–

dos

á

una voz : Verdaderamente que vos sois el Hijo de

Dios. El paso

1

la otra parte se hizo -bien presto ; en

pocos momentos llegáron

á

la costa de Genezaret. Apenas

desembarcaron cuando se extendió por todo el país la

fama de que babia llegado Jesus. No fue menester mas

.~a-

. ra traerle en camas

y

sobre tablas una infinidad de enter–

mos. En cualquier lugar adonde iba los encontraba en

gran número: poniéndolos delante de él en medio de las

calles, no se le pedia otro favor sino que se les permitie–

se tocar el orillo de su vestido ; porque esto bastaba paJ

ra quedar todos sanos. ¡Qué fondo de reflexiones, todas de

gran consuelo, nos suministra este evangelio! Jesucristo

oraba en lo alto del monte,

y

su distancia no .

· pedía

ver el embarazo y fatiga de sus discípulos

que ~·

an con

las olas. No temamos que Jesucristo ignore

j <·

as nuestros

peligros y nuestras necesidades; ni ménos temamos que

nos abandone. Cuenta tambien como nosotros el tiempo

que pasamo en las pruebas, en la tentacion, en el traba–

jo ; pero sabe mejor que nosotros el tiempo que ha de du–

rar la tempestad,

y

el momento en que ha de socorrernos.

Algunas veces parece que no piensa en nosotros, mil fal–

sas ideas nos agi,tan, la floxedad de nuestra confianza ha–

ce creer nuestra turbacion: nos juzgamos perdidos; no per–

damos el ánimo, no dexemos de vogar contra el viento

contrario

y

las olas agitadas: avancemos siempre

á

fuerza

de remos : si no podemos ir

á

vela tendida , contemos so–

bre la gracia, que nunca nos falta;

y

cuando nos juzgáre·

Tom. l.

R 3