![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0274.jpg)
/
.
/
~60
PRIMER SÁBADO
tiano ayunar la Cuaresma ,
y
acompañar su ayuno con la
inocencia, con la práctica de las buenas obras, y con una
ardiente caridad.
"
El
evangelio de la misa de este dia es del capítulo
60
<le san Márcos, donde se dice, que despues de haber he–
cho el Salvador el insigne milagro de haber saciado casi
cinco mil personas con solo cinco panes y dos pequeños
p~ces,
viendo que todo este pueblo transportado de admi–
racion no dudaba ya que fuese el Mesías prometido,
y
formaba el proyecto
d~
llevársele para hacerle rey, les
previno
el
Señor, habiendo mandado á sus apóstoles que
. se
volvi~ran
á
embarcar cuanto ántes para pasar primera·
mente el corto trecho de Betsáyda á Cafarnaum,
y
atra–
vesar
despu~s
todo el lago para
transportarse~
la otra ori–
lla en el pais de Gel'lezaret. Nada dixo
ri
Señor en órden
á su designio, solo se d'i·ó priesa de
1
despedir al pueblo;
y
de este modo, habiendo quedado solo, se retiró á lo alto
de aq!-iel mismo monte , de donde habia venido á presen–
ta
se
delante del pueblo,
y
perseveró allí en oracion has–
ta la ,tarde..-Ya se ace'rcaba la noche cuando los discípu–
los·, separados de su amado maestro, baxaron hácia el
mar,
y
habiendo vuelto á entrar en su barca, tomaron la
ru ta de Cafarnaum. Les sobrevino una tan· furiosa tem-
'pesrad, que pensaron perecer por mas
que
remaban con
todas sus
fuer~as:
como estaban en alta mar,
y
tenían el
viento _f:qotrario, creían
á
todo momento que la barca iba
á ser
»?\.1._1a
de las ondas.
El
horror de la noche aumen–
taba
su
ten''.IDr;
y
por colmo. de su. desgracia,
J
esus, su
ú.nico refugi ., no estaba
allí.
No era menester mas para
meterlos en la desesperacion; pero el socorro estaba mas
cerca de lo que pensaban. Jesucristo nunca pierde de vis–
ta á los que
lt{
~man
y
le sirven con fidelidad.
El
Salvador
veía
d~sde
la orilla del mar su inquietud ,
y
la pena que
les costaba de remar contra el viento. No ignoraba el pe–
ligro,
ni
era su ánimo abandonad s; pero para socorrer–
los aguardaba á que estuviesen cerca de dos leguas
J<.len–
tro de
la
mar furiosamente agitada, para que así conocie–
sen mejor el cuidado que tenia de éllos,
y
la necesidad que
éll0s tenían de él,
y
tambien su soberano poder sohre las
olas
y
las tempestades. Vino, pues, adonde éllos estaban,
al
amanecer,
hora
que los
del
pais
llamaban la cuarta
vi-