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.1

MIERCOLES

MEDITACION.

Sobre la ceremonia de la ceniza.

PUNTO PRIMERO.

Considera como la ceremonia de poner hoy la ceniza so–

l!>re la cabeza no es una ceremonia puramente exterior, va·

cía, indiferente. estéril, sino una práctica reljgiosa, q11e

~cordándo:nos

la formidable sentencia dada contra nos–

otros por el soberano Juez, viene

á

ser el símbolo de la

penirencia y de nuestra mortalidad.

i

Qué hacemos nos–

otros hoy cuando recibimos la ceniza sobre nuestras ca–

bezas~

Hacemos lo que hacia Josué, cuando para aplacar

al Dios de los exércitos

1

y

r.eparar el

ro~

de los despo–

jos de Jericó, él

y

los ancianos de Israel se cubrieron la

cabeza de polvo: hacemos lo que Jeremías encargaba

á

los príncipes de Judá en la desolacion de su patria, tra–

·t¡oles

á

la memoria, que morirían bien presto:

Quia com–

ple sunt dies vestri:

hacemos lo que hacia Ester, Judit,

Mar ·oqueo

y

el rey de Nínive: hacemos en fin, lo que en

la ley de gracia nos ha dicho Jesucristo hubieran hecho

Tiro

y

Sidon si hubiera obrado á su vista los prodigios que

habia obrado

los ojos de Corozaim

y

d.e Bet áyda:

In

cinere et filicio pcenitentiam egissent

:

hacemos por último

lo que

··i:~ntos

santos han hecho. Las palabras humillantes

que e ,'11a de

~oy

pronuncia el sacerdote con la ceniza en

la mano sobre el hombre postrado

á

sus pies, son los pro–

pios términos de la sentencia dada contra el primer hom–

bre en castigo de su pecado. La intencion de la Iglesia al

ponernos la ceniza en la frente, es excitarnos á la peni,..

tencia y al menosprecio de nosotros mismos con la vista

de este débil despojo, adonde van

á

parar todos los bie–

nes, los deleytes, las honras de esta vida ,

y

en que nos–

otros mismos serémos convertidos

y

reducidos despues de

la muerte. Las oraciones que dice la lglesia al bendecir la

ceniza, <lan una secreta virtud

á

esta religiosa ceremonia,

la que no dexa de inspirar la compuncion,

y

alcanzar

Ja

gracia de la penitencia á todos los que reciben esta ceniza

en su cabeza con santas disposiciones en el corazon. ¡Qué