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DESPUES DE CENIZA.
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nazara que lo llevaria todo
á
sangte
y
fuego, burlándose
de la confianza que este religioso Príncipe tenia en Dios,
á
vista de las fuerzas de un monarca,
á
quien hasta enton–
ces ninguna potencia habia podido resistir. Ezequías, oyen–
do estas insultantes amenazas , recurrió á Dios ; y par1
implorar su ay uda, se vistió de un saco, fué al templo,
donde hizo que se leyera la carta blasfema de Senaquerib,
y
pasó un largo rato en oracion. El profeta lsaías mandó
decirle, que no temiera aquellas amenazas, y le prometió
que Dios pelearia por él. En efecto, habiendo
Senaque~· ib
puesto sitio
á
Jerusalen con un exército de mas de dos–
cientos mil hombres , envió
Dios
por la noche un ánge¡,
que mató ciento y ochenta mil hombres del exército de
este Príncipe con tododos gefes. Viendo Senaquerib por
la mañana
~~t
Tande mortandad, se retiró preci pitada–
mente
á
sus estados, dexando todo su equipage en poder
de aquéllos cuya ruina tenia poco ántes por cierta, y mi-
raba como cercana.
·
Admiró E zequías la mano omnipoten te del Djos
dt
los
exércitos en esta milagrosa mortandad del exércit( del
rey de los asir ios; pero Ja Escritura dice, que este r ín–
cipe no reconoció como debia el favor que Dios le babia
hecho, y que dexándose llevar del orgullo, le castig '
Dios, y le humilló; pe ro le castigó como padre, y su cas·
tigo fue para él una nueva prueba de la bondad de Dios.
Cayó Ezequías peligrosamente enfermo. Los juc','os quie–
ren que fue castigado por no haber dado solem
acc~o
aes de gracias por un beneficio tan señala , y por no ha–
ber cantado un cántico de alabanzas al
Dios
de los exér–
citos despues de la derrota de Senaquerib,
á
imitacion de
Moyses , de Ana madre de Samuel, y de Débora. Sea de
esto
ló
que fuere, Ezequías se encontró muy enfermo , y
su enfermedad se creyó mortal. Habiendo venido
á
visi–
tarle el profeta l saías, le dixo : Príncipe, oid lo que el
Señor me manda que os diga: no penseis en otra cosa que
en poner en órden los negocios de vuestra casa , porque
moriréis
y
no escaparéis de esta enfermedad:
D ispone do–
mui tute, quia morieris tu, et non vives.
Esta sentencia de
muerte, salida de la boca de un Profeta tan grande, cons–
ternó á este Príncipe, qüe solo llevaba hasta entonces ca–
torce años de reynado.• Volvió su cara ácia la pared para