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DE ADVIENTO.

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cesanos se iba resfriando cada dia por lo que mira

á

los

piadosos exercicios de este santo tiempo ;

y

sobre todo,

viendo que se habian relaxado mucho en el ayuno, man–

dó que se ayunara

á

lo menos tres dias

á

la semana du–

r ante el Adviento, que era entonces de seis semanas como

la Cuaresma. El primer concilio de Mascon del año 581

mandó lo mismo ,

y

añadió que se celebrara la misa

y

el

oficio divino segun el órden

y

la regla que se observa en

Cuaresma:

Uta feria sancti Martini usque ad nata/e Do –

mini, secunda, quarta, et sexta sabbati jejunetur, et Qua–

dragesimali ordine sacrificia debeant celebrari.

.

Este cánon del concilio de Mascon que manda cele–

brar la misa en tiempo de Adviento como en Cuaresma,

es una

prueba c

lara de que el Advi ento se ha mirado

siempre

como.la

cuaresma de Navidad; es decir, que así

como la

Cuaresm

a de cuarenta días fue instituida en la

Iglesia para servir de preparacion á la festividad de pas–

cua; así el Adviento se estableció para disponernos á ce–

lebrar la fiest a de N avidad. Los ayunos de

Advient~

co–

rrespondían t ambien á los de Cuaresma en las iglesias en

donde se ayunaba todos los dí as desde el dia despues de

san Martin, lo que dió ocasion de hacerse regocijos en

esta fiesta como en Carnestolendas ; tanto, que se per-

mitía comer carne en este dia, y hasta el día siguiente

no empezaba la abstinencia

y

el ayuno. En algunas igle-

sias empezaba el Adviento en septiembre ; pero como so–

lamente se ayunaba tres dias en la semana, no llt!gaba

á

cuarenta los días de ayuno que habia hasta Navid:id, El

segundo concilio de Turs , celebrado en 567 , obligaba

á

todos los religiosos á ayunar tres dias s0los á la semana

en septiembre, octubre y noviembre; pero debi an ayu-

nar todo el mes ·de diciembre hasta Navi,dad:

D ecembri

usque ad nata/e Domini omni die j ejunent.

De todo esto

se infiere , que el Adviento no constaba en todas partes

de igual número de dias; que era mas largo ó mas corto,

mas seguido

ó

mas interrumpido en unos tiempos y lu-

gares que en ótros. Esta diferencia de tiempos y de cos–

tumb res se halla notada en los antiguos sacramentos. La

práctica de observar un Adviento de cuarenta dias sub-

sistia a ún en el siglo Xll

L

á

lo menos en algunas iglesias

entre los monges;

y

desde que la Iglesia reduxo el Ad-