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II8

CUARTO DOMINGO

NOTA.

"Despues de haber exhortado el Apóstol

á

los fieles

,,¿e Roma

á

obedecer·

á

los reyes de la tierra,

á

pagar–

" les los tributos,

á'

dar, no solo

á

las potestades, sino

á

"toda suerte de personas, todo lo que les es debido; con–

,,c}uye con estas palabras: Tratad de ho deber nada

á

na–

" die , sino

u~a

caridad recíproca.

R E F LE X I ON E S.

P

rocur~d

no deber

n~da

á nadie, sino una caridad recípro–

ca.

La caridad es un empeño de toda la vida. No hay uno

de nuestros hermanos á quien no debamos amar ; no hay

uno, se¡i el que fuere,

á

quien no deba

·t

1mar

á

toda

)lora. El puede hacerse indigno de mi amor por su con–

ducta irregular , viciosa, maligna ., ingrata , escandalosa;

pero no puede eximirme de la obligacion que tengo de

a

'

~

Yo puedo desaprobar su conducta, condenar

sus cos>tumbres; pero no estaré ménos obligado

á

amar su

persona. Esta es una obligacion de religion; no hay cosa

que pueda dispensa rme de élla. Por mas que el amor propio

y

.una razon viciada reclame contra esta obligacion, no por

eso dexará de ser un magdamiento semejante al de a–

mar á Dios; tan positivo, tan expreso, tan permanente,

tan indispensable como él. Se puede decir que esta obliga–

cion inMspensable es en cierto modo el carácter de nuestra

religion. ¡Buen Dios, qué dulzura, qué paz, qué tranquili–

dad, qué uniformidad habria en la vida civil, si se guar-

. dara este mandamiento! Guerras, discordias, pleytos, ene–

mistades, envidias,

m~la

fe, todo estaria desterrado

de

la

sociedad cristiana: ¡pero qué mal se guarda este manda–

miento! Todos los otros preceptos se reconcentran y reunen

en el precepto de la caridad; pero sin aquella amargura

que encierran y hacen experimenta.r cuando se presentan

solos. Desde que yo amo al próximo como

á

mí mismo,

como me está mandado, no ha

y

deseo contrario á su fe.–

licidad que yo no reprima con facilidad

y

aun con gozo.

Si la ley de la caridad se guardara como se debe, no era

necesaria otra ley en el mundo. Si la amistad humana fue–

ra mútua, todo estaria bien ordenado ;

y

no solo las

fami-