![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0129.jpg)
DESPUES DE LA EPIFANÍA.
El mar de Galilea era un gran lago, que tenia cerca de ocho
leguas de largo,
y
tres á cuatro de ancho; de suerte, que
cuando
se
levantaba viento, el agua era agitada tan
furio·
samente, que algunas veces llegaba
á
sumergir los baxe–
les de que se servían para pescar en el lago,
ó
para pa–
sar de una parte á otra. Algunas barcas, dice san Már- .
e.os,se juntáron
á
la en que iba Jesus para acompañarle.
Losverdaderos discípulos de Jesucristo no temen las
fa–
t igas ni los riesgos cuando se trata de seguirle
1;
ni los mis–
mos mares ponen límites á su celo. Cuando estaban bien
adentro del lago, se levantó una tempestad tan furiosa, que
entrando con ímpetu las olas en la barca, la cubrían toda,
y
el agua la anegaba de modo que
á
cada momento pare–
cía se iba
á
fondo.
Entreta~esucristo
no se olvidaba de sus amados
discípulos; pero esperaba
á
lo -'iltimo para socorrerlos, que·
riendo probar entretanto su fe
y
su confianza. Estaba
á
la sazonen la popa, donde donnia tranquilamente, recos-
tada la cabeza sobre un madero que le servia de a
a-
da. Allí reposaba no obstante el ruido de la torme
, o-
rno si lograra de una gran calma,
y
estuviera fuera de to–
do riesgo. Jesus duerme en lo mas fuerte de la tempestad.
De este modo ensayaba
á
sus discípulos pa ra la vida apos –
tólica, enseñándoles cuál debía ser la situa ion de su co–
razon en m::dio de los peligros y de las persecuciones que
les aguardaban, y que en adelante habían de exponer su
constancia
y
su fe
á
pruebas tan terribles como aq
!la.
La barca cubierta de olas, dicen los padres , signi–
ficaba
á
la Iglesia en medio de las persecu iones , puesta
en medio del mar tempestuoso del mundo, pue ta á mil
tentaciones
y
á
mil violentas tempestades. Jesus está en
la barca; no la desampara, pero duerme: casi se diría que
ignora el peligro; pero sabe muy bien el estado en que es·
tá. No hay que temer, él sabrá despertar cuando sea tiem–
po de socorrerla.
¡
Que olas, qué tempestades no ha exci–
tado contra la Iglesia esa nube de hereges
y
de cismáti–
cos, que en todos tiempos la han combatido! Muchas ve•
ces se ha visto cubierta de olas; parecia que iba á ser su–
mergida, cuando despertando Jesus, por decirlo así, á los
clamores de los verdaderos fieles, que á exemplo de 1 s
discípulos de nuestro evangelio no han
ces~do
de clamar
H2
.