Table of Contents Table of Contents
Previous Page  135 / 396 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 135 / 396 Next Page
Page Background

DESPUES DE LA EPIFANiA.

I

'2

I

decirlo así, qYe tome parte en nuestras penas? No duer–

me el Señor, no por cierto; vela

y

e tá

despierto ~

procu–

rando nuestra salvacion: Nosotros somos quienes verda–

deramente dormimos en el negocio de nuestra salvacion

entre los peligros mas inminentes, en las ocasione mas

críticas,

y

estd no un dia, ni un mes, sino toda la vida.

Si por un efecto de la gracia la tempestad nos despierta:

si

asustados á vista del peligro clamamos,

y

le decimos

Domine, salva nos, perimus,

inb le sobra razon para de–

cirnos con un tono ménos suave que á sus primeros discí–

pulos:

Quid timidi

estis, modicce jidei?

Temeis, estais asus·

tados, razon teneis; ipero.por qué· teneis tan poca fe, tan

poca confianza? ¡Dios mio,

y

cuánto tengo que repren–

derme sobre este punto!

~UNTO

SEGUNDO.

Considera como el verdadero motivo por qué

co~fiamos

tan poco en Jesucristo, aunque esta confianza

se~

"

na–

tural, tan fácil

y

tan necesaria, es porque n

mos

á Jesucristo: es porque le negamos lo que nos pide, aun–

que no nos pida sino cosas razonables, útiles pára nosotros,

de poco valor

y

fáciles; es porque no guardamos sus man–

damientos; es porque no gustamos, ni aun seguimos sus

máximas. Cuando hemos negado un gusto

á

un servicio

á alguno , no es fácil que nos persuadamos á que está

muy

dispuesto á complacernos

y

servirnos á no o os. Aun·

que sea amigo de hacer gracias, nos prometa su amistad,

y

nos convide con servicios, sentirnos

á

pesar de todo es–

to allá en nuestro interior un fondo de desconfianza, que

no está en nuestra mano el desecharle. La memoria de tan–

tas infidelidades, de tantas ingratitudes para con un Dios,

á

quien lo debemos todo,

y

que nos ha amado hasta el pun–

to de darnos su únko Hijo; la memoria de tantas ingrati–

tudes para con un Salvador, que se ha dignado dar su san–

gre

y

su vida por redimirnos , esta memoria, este testimo–

nio en ible de una conciencia que no cesa de echarnos en

ro tro nuestro rnalVado corazon, apagan nuestra confian–

za; así corno nuestras costumbres

y

nuestra conducta prue–

ban nuestra poca

fe.

Sabemos de cierto que negamos á Dios

casi todo cuanto nos pide; le nega_mos una ligera

m.onifi-