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, DESPUES DE LA EPIFANÍA.
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tened caridad, porque élla es la primera
y
mas impor tante
de t<?das las virtudes, y el lazo ó vínculo de la perfec–
cion:
Vinculum perfectionis.
Sin élla todas las <lemas vir+
tudes . on nada delante de Dios, todas desaparecen::
élla
une los fieles con la Jglesia entre ·sí: élla lo une con Je–
suc1+~to ;
y
así es el lazo mas perfecto,
y
sin el cual no
puede haber perseverancia en virtud alguna. La paz de Je–
sucristo, prosigue, reyne en vuestros corazones,
y
sea inal–
terable en medio de las persecuciones, de las ad
versid~des
y de todos los accidentes tristes de 1a vida. Este es un
fou–
to que no ,puede c.recer en el mundo:
Pax, pax ', et non
erat pax.
Ella es la herencia de solas las gentes de bien:
sola la paz de Jesucristo puede reynar en el corazon: don–
de no está Je ucristo,
110
ha
y
sino disturbios;
y
si se
Je
van·
ta alguna
t~tad,
el Señor sabe calmarla. La palabra
de Dios' cc1'ñ"mft'ía
el
Apóstol, esté en 'Vosotros em LOda
su
plenitud , con una perfecta sabiduría, oyéndola, medirán·
dola
y
practicándola. Animáos los únos
á
los ótros con
salmos.
hi
nnos y cánticos espírituales. Es preciso qt.i
.:::
tie ·
rra sea b ien ingrata, que el corazon esré muy en
o
ó
que las espinas y malas yerbas sean muy abundantes cuJn–
do
un grano tan fecundo nada produce. En fi.n , concluye,
todo lo que haceis, ya sea
que: habl~is,
ó
ya .sea que .obrejs:,
. hacedlo todo en nombre de Jesucnsto nuestro Señor, dan·
do
gracias
á
Dios Padre por el. ¡Buen Dios, y: qué sentido'
tan grande el que encierran estas pooas palabras .' Este
es
el compendio de roda la perfeccion cristiana: esta · la idea–
cabal de la santidad;
nó
hace_r ,nada; no decir nada,
de
que
!)~os
no sea el fin
y
el
obj~to;,
no proponerse en todo sino la
pura gloria de
Dios.
ni buscár en todo
y
pór t.odo sino su
beneplácito:
Qi1re
placita sunt et f acio semper.
Esto es·
10
que Je. ucristC:>
dixo
de
sí
mismo,
esto
es lo que Jos mayo–
res santos ·pudiéron decir: esto es lo que caracteriza
á
los
mas grandes santos, no busca·r ni los bienes ,de este mun–
do, ni
las honras, ni la fama, ni la satisfaccion, ni las co·
modidades de la vida , proponerse en todas la cosas la sola
gloria
de
Dios.
¡Qué
vida esta tan santa! ¡pero qué dulce
y
tranquila al mismo tiempo!
¡y
qué muerte mas preciosa y
mas Ciulce la
que
se sigue
á
una tal vida!
Sr
tu espíritu, di ce
Santo Tomps, no puede tener siempre una intencion
ac–
tual de agradar
á
Dios,
á lo
m~nos
debt:s hacer que esta