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QUINTO DOMINGO
favori to de su Maestro. Este es mi mandamiento, dice el
Salvador, que os ameis mútuamentc, como" yo os amé:
Hoc est prceceptum
meum~
iCosa extraña! el Salvador no
nos da leccion mas
f~ecucnte
que la de · amarnos únos
á
ótros;
y ningunacosa hay mas rara en el dia de hoy en–
tre los
cristian.osque est.e amor. Los primerps fieles, ani–
mados
dele~píritu
de Jesucristo,. no tenían todos sino un
cqrazon y una al!!la:
Cor unum,
et
anima una.
La caridad
mútua hacia_su ca¡á.cter;
y
la misma virtud ha caracte–
rizado siempre
á
todos los santos.
l,Se
i:ecooocen el dia de
hoy todos los cristianos por esta insignia?
l
están todos
marcados con este sello?
¡Ah!
se puede
deci~
que la cari–
dad es una virtud envejecida: ya casi no resta entre los
fieles sino la Óbligacion de amarse
ÚAQS
á ótros. La ambi–
cion, el interes, la.envidiada han desteu8R«t, al parecer,
de la socie.dad civ i1 ;
i
pero
á
lo menosrfaÜa acogida ert
las familias, en las comunidades mas regulares? Este lazo
sagrado ha venido
á
quedar bien fioxo: parece que todas
la
a~iones
se van conspirando contra esta virtud. Las
ge
·L
..:~1
mundo parece que la han proscripto de su eo–
mercio; es esdava en las córte.s de los príncipes; en el
~o
mercio de la vida
no
hay sino una caridad artificial; el
pueblo no la conoce; casi en todas partes es peregriina
y
extrangera; no se tiene caridad sino consigo mismo. El
amor propio ha ocupado el lugar de la caridad cristiana;
y
si to0.avía halla abrigo en algunas personas devotas, no
reynaJ:jn éllas sino en la obscuridad. La caridad sigue siem·
pre la suert.e, y por decirlo así, la fortuna del espíritu de
Dios
y
del evangelio: no se debilita jamas éste, sin que
aquélla se entibie: ésta se acaba de todo punto 111ego que
. aquél se apaga. De aquí nace esa indolencia que se advier–
te en casi todos sobre los males agenos: de aquí esa frial–
dad, esa indiferencia esparcida sobre toda
la.
haz
de
Ja
tierra. Parece que los l;iereges tienen celo para con sus
hermanos; mas este celo es una caridad de partido: por
tanto, ¡qué ódio, qué avérsion.
á
todos los hijos de la Igle–
sia! Siempre es alguna pasion quien los une;.
y
este lazo
solo subsiste el tiempo que la pasion vive.