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I

138

SEXTO DOMlNGO

ficaci on de ángeles, la de todas las potestades de la tierra,

y

principalmente los jueces

y

los reyes. Todas las potes–

tades de la tierra,

y

cualquiera que en la tierra exerce algu–

na autoridad sobre los otros hombres: cualquiera que lle–

va un carácter de grandeza, de independencia, de supe–

rioridad, venga

á

rendir homenage al supremo Monarca

de los mona reas , al supremo Juez de los

rp

ismos jueces:

segun el caldéo, los ángeles , los grandes de la tierra

y

to–

dos los adoradores de los ídolos vengan

á

adorar al Señor

único

y

solo verdadero Dios.

La epístola de la misa es del capítulo primero de la

primera de san Pablo á los tesalonicenses. Habiéndose vis–

to precisado el santo Apóstol

á

salir de Filipo<; despues de·

haber sido azotado ·públicamente

y

sufri do una penosa pri–

.sion , pasa

á

Tesalónica, ciudad de Macedonja, donde los

judíos tenían una sinagoga . Acudió

á

élla ;-· ' ·. blo, como

tenia de costumbre, por espacio de tres sábados; les hizo

algunas pláticas sacadas de la Escritura, declarándoles,

y

haciéndoles comprender que babia convenido que Cristo

pa ·. :..

~e

y

resucitase. Este Jesu cristo,

le~

decía, es .el ver–

da

~ ro ~esías

que yo os anuncio. Un gran número de ju–

díos

y

aun mas de géntiles creyeron,

y

se juntaron

á

Pá–

blo y

á

Sílas, su discípulo

y

compañero; pero el santo

Apóstol se vió bien presto precisado

dexar la ciudad por

la malicia

y

envidia de los judíos, que le acusaron de albo–

rot~dor

'el pueblo,

y

de que predicaba un nuevo rey ,

1

di–

ciendo .

1

ue este rey era Jesucristo. De Tesalónica se fué

el A ' ·. ol con Sílas á Beréa, donde predicó, é hi zo mu–

chas conven:iones; pero siendo informados de ello los ju–

díos de Tesalónica, fuéron ·allá para echarlos fuera de la

ciudad, baxo los mismos pretextos de que se habían valido

en Tesalónica. Los fieles conduxeron

á

san Pablo hasta el

mar, donde se embarcó para Aténas. Sílas

y

Timoteo se

quedaron en Beréa para confirmar la nueva iglesia que

acababa de fundarse. De Aténas pasó san Pablo

á

Corin–

to, siempre solícito

y

sin poder sosegar sobre

~l

estado de

los nuevos fi eles que habia dexado én Macedonia. Cuand0

Sílas

y

Timoteo llegaron, le llenaron de gozo

y

de consue–

lo, asegurándole de la perseverancia

y

del fervor de los

fieles de Tesalónica

y

de toda la provincia. Le contaron

que perseveraban constantemente

en.la

fe

y

en la caridad