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14'2

SEXTO

DOMINGO

millas; porque esta Iglesia, que al principio solo se com–

ponia de un pequeño número de hombres simples

y

gro–

seros que seguian á Jesucristo, se ha levantado con el tiem–

po sobre todas las falsas religiones del mundo;

y

esto con

tanta rapidez,

qu~

en pocos siglos ha destruido

y

hecho

desaparecer todas las otras religiones

á

pesar del poder,

de la extension

y

de la antigüed-ad del paganismo. Las

aves del cielo han venido á de cansar obre sus ramas;

quiere decir, que ha crecido de tal suerte , que los gran–

des del siglo, los espíritus mas sublimes

y

mas di tingui–

dos por su ciencia no se han avergonzado de la simplici–

dad del evangelio

y

de la humildad de la cruz. Al princi–

pio parece nada la primera semilla de la gracia en un co–

razon; pero seamos fieles á élla,

y

veremos lo que es ca–

paz de producir en nosotros. No debe ad

i.t.:i.,_r.nos el ver

en las obras de Dios débiles princi píos ; st t es su ca·

dcter propio.

La levadura de que habla aquí el Salvador, es la doctri–

na

angélica, que retirada al principio en un rincon de

Ju

,'

~iende

despues

y

dilata su virtud por toda la tie–

rra·; es tambien la gracia en un corazon que Ja conserva

en secreto,

y

la da tiempo de obrar su conversion. Es la

gracia que debe derramarse

y

comunicarse á todas nuestras

acciones para hacerlas meritorias. Esta levadura es quien

hace fermentar la pasta ; sin la gracia todas nuestras ac–

ciones

s

n

insípidas

y

sin gusto para Dios. Dichosos los

cristi~ ·;:~

en haber aprendido estas sublimes verdades

y

esti'l · fíximas admirables, que por tantos siglos habían es–

tado ignoradas. ¡Pero ha

y

de aquellos cristianos ,

á

quie–

nes este conocimiento no hace mejores , á los cuales por

lo mismo hace mas culpables

!

El Señor no nos habla ya

por figuras ni por parábolas. El Espíritu santo ha hecho

á

los fieles capaces de estas verdades tan sublimes; la fe ha

disipado aquellas espesas tinieblas que impedían á los hom–

bres ver la verdad. ¡Pero qué desgracia mas para temer,

que la de ver la verdad,

y

no seguirla! ¡qué desdicha co–

nocer el bien que debe obrar,

y

no practicarlo!

El grano de .mostaza viene á hacerse un árbol. Ningu·

na cosa era mas conocida á las gentes del pais que esta

com paracion. En los paises calientes,

y

en los terrenos

férciles las plantas suben á una altura mucho mayor que