SEXTO DOMINGO
PUNTO SEGUNDO.
Como
á
la hora de la muerte todos tienen el espíritu
cristiano, la frecuente meditacion de la muerte hace en
todos el mismo e(ecto, con la diferencia, que el corazon
se hace cristiano cuando repasa muchas veces estas gran–
des verdades durante la vida. No es solo el moribundo
quien discurre tan acertadamente; tambien los que le so·
breviven raciocinan como sabios. Cada cual cree que el
que muere solo merece ser estimado
y
alabado por las
buenas obras que ha hecho,
y
por la vida cristiana que ha
tenido, ¿Quién para consolará un padre de la
1
muerte de su
hijo , á una viuda de la de su marido , á un hijo de la de su
padre: quiéh vuelvo á decir, les diría :
~~~·
1
ilense
vmds.
porque esos por quienes lloran naciéron
gfana!:~s,
ricos, po–
derosos; fuéron hombres de gran talento, han hecho una
bella figura en el
mundo~
¿Osaríamos traerles por moti–
v , .el.e consuelo su habilidad
y
su frecuente asister.cia al
ju .gn,
-~
los espectáculos , sus placeres , sus diversiones, su
marcialidad, su profanidad, su gran fortuna? ¿No se diria
que babia perdido el juicio un hombre si se pusiera á con–
sol arl~s
de un modo tan extravagante?
y
no obstante, es–
to es todo lo que se alaba
y
se estima durante la vida.
Lo
que eq-' jnces se busca para consolarse en su muerte , es,
si ha
f.dovirtuoso, temeroso de Dios, si ha tenido una vi–
d~.Jtiana
y
exemplar. Entónces se hace recuerdo de su
a:ñl'D11idad , de su modestia, de su caridad , de su devocion,
de
su
fe viva; se dice á la muger
y
á
las hijos: el1consue–
lo que vmds. pueden tener es que su marido , su· padre
ha
vivido como cristiano,
y
ha muerto con señales de pre–
destinado. Se .cuenta todo lo bueno que dixo, todo lo bue–
no que hizo ; que recibió los sacramentos con
una
exem-–
p~ar
devocion. Despues .de la muerte de una persona reli–
g10sa
no se habla sino de su fervor , de su humildad, de su
mortificacion, de su exacta regularidad, de su obediencia• .
Su
penetracion , su saber , sus talentos no entran en su elo–
gio,
por
decirlo
así~
sino en segundo lugar. Ved aquí có·
mo se habla de un
moribur.do;
ved
aqüí lo que se- apre–
cia
e11 la
muert~.
Todo lo demas pasa por embaucamien- .
to ,
por
juego de
niños,
por necedad. ¡Ah Señor l
iY
por qué