144
SEXTO DOMINGO
Jonia et in Achaja. A vobis
enim dijfamatus est sermo Do–
mini,
non solum in Macedonia
et in Achaja
,
sed
in
omni
loco fides vestra , quce est ad
Deum, profecra,
ira ut
non út
nobir neceue quidquam loqui:
lpti enim de nobit annu.midnt
1jualem in troitum habuerimus
ad vot
,
et quomodo conversi
e11is ad Deum
d
simulachri.r,
servire Deo v ivo
et
vero
,
i:t
expectare Fitium eju".r de creli.r
(
quem 1u1ci1a
1
it
ex mortuis)
J ernm,
qui eripuit
no; ab
ira
ventura.
todos los creyentes en la Macedonia
y en la Acaya. Porque de vosotros
se divulgó la palabra de Dios, no
solamente en la Macedonia y en
la Acaya, sino que á todo lugar
se propagó la fe que teneis en Dios,
de mod
, que no tenemos necesidad
de hablar palabra : porque éllos
mismos cuentan de nosotros cómo
llegamos á vosotros,
y
cómo os con–
venfsteis á Dios , dexando los simu–
lacros para se rvi r al Dios vivo
y
verdadero, y esperar del cielo
á
s11
hijo
J
esus (al cual resucitó de entre
los muertos ),
y
quien nos libró de '
la ira que ha de
e.v;if.,
NOTA.
tt
La carta de san Páblo á los tesalonicenses es
la
pri–
" n
ue el Apóstol escribió
á
las iglesias. La escribió
,,e[ ,:rno
52
ó
53 de Jesucristo, des.:ie Corinto, donde se
"hallaba cuando Timoteo
y
Sílas fuérnn
á
decirle la cons–
" tancia
y
fervor con que perseveraban en la fe los fieles
"de Tesalónica."
f
RE F L E X1O N E S.
Vo
r
;:~os
habeis venido
á
ser un modelo para todos los fie–
les
de
Macedonia
y
de
Acaya.
Nosotros hemos recibido las
mismas instrucciones, las mismas lecciones que los de Te–
salónica. habiendo recibido la misma fe. Nuestro evange-
1lio no es ótro que el suyo;
i
pero se puede decir de nos–
otros lo que san Pablo decia de
éllos~
i
se puede decir que
hemos seguido su exemplo
y
el del Señor,
y
que hemos
sido hechos el modelo de todos los
fieles~
i
honramos
nuestra religion por la pureza
1
de nuestras costumbres, por
la rectitud de nuestros sentimientos, por la regularidad de
nuestra condúcta
~ ' La
vida santa, exemplar, irreprensi–
ble de los primeros fieles hacia casi tantas conversiones
como el celo de los que predicaban la fe. Aquella mudan·
za repentina de costumbres , de inclinaciones, de máximas,
tenia siempre algo de maravillosa,
y
con esto movia los