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LIBRO QUARTO DE LOS REYES.

batum. Quae respondit: Vadam.

24

Stravitque

asinam , et

praecepit puero : Mina ,. et pro–

pera , ne mihi moram facias in

cundo : et hoc age quod prae–

cipio tibi.

25

Profeéta est igitur , et

venit ad virum Dei in montem

Carmeli : cumque vidisset eam

vir Dei e contra , ait ad Giezi

puerum sur : Ecce Sunamitis

illa.

·

. 26 Vade ergo in occursum

eius , et die ei : ¿ Reétene agi–

tur

circa

te et circa virum

tuum et circa filium tuum? Quae

respondit : Reéte.

zt

Cumque venisset ad vi–

rum Dei

in montem , appre–

hendit pedes eius : et accessit

Giezi ut amoveret eam. Et ait

horno p ei :

Di~itte

illam : qni–

ma enim eias ·n amaritudine est,

et Dominus celavit a me , et

non indicavit mihi.

28 Quae dixit illi : ¿Num–

quid petiv1 :filium , a domino

meo?

¿

numquid non dixi tibi:

N e illudas me

?

. 29 Et 'ille ait ad Gie:ú : Aé-

mo Calendas

y

Sábado se deben tomar

por las vigilias de estos dias ; porque en

los de fiesta ,

y

particularmente el Sába–

do , no se podía hacer tan largo viage.

Sunám distaba del Carmelo de seis

a

sie–

te leguas.

1

El Hebréo :

Y respondió

:

paz

;

es–

to es : a Dios : o iré a saludarle : o no es–

tés con cuidado ; disimulando la causa

que la llevaba a visitar al Propheta , por

no apesadumbrar a su marido.

• MS. 7·

E

aguija.

3

Esta respuesta no se debe tomar co–

mo una mentira. La priesa que llevaba de

llegar <¡nanto ántes

a

ver

a

Eliséo , la hi:zo

pondió : Quiero ir

r

24

E

hizo aparejar el asna,

y dixo al criado : Guíame ,

y

date priesa

2

,

y no me hagas

detener en el camino : y haz.

lo que te mando.

2

5 Partióse pues , y fuése en

busca del hombre de Dios al mon·

te del Carmelo : y quando la vió

el hombre de Dios que venia a en–

contrarle , dixo a Giezi su cria–

do: Mira, aquella es la Sunamitis.

26 Sal pues con diligencia a

recibirla , y dile : ¿Te va bien

a tí y a tu marido y a tu hi–

jo ? Ella respondió : Bien nos

va

3 •

27 Y como hubiese llegado

al monte al hombre de Dios, ar–

rojóse a sus pies : y llegóse Gie–

zi para apartarla. Y díxole el

hombre de Dios

4 :

Déxala ; por–

que su ánima se halla en amar–

gura, y el Señor me lo ha encu–

bierto, y no me lo ha manifestado.

28 Ella le dixo : ¿Acaso te

pedí yo un hijo , señor mio ?

¿ no te dixe yo : Que no me en–

gañaras?

29 Y él

di.xo

a Giezi : Ci-

pronunciar esta palabra en un tono

y

ges–

to, que daban a entender que no quería

detenerse ni un solo momento ,

y

que era

E liséo

y

no Giezi a quien quería explicar

el motivo de su viage. Fuera de esto, su

grande fe no dexándole la menor duda

sobre la resurreccion de su hijo , que mi–

raba

y a

como verificdda , podía respon–

der sin faltar a la verdad que todo iba bien.

4

Esto hace ver, que la prophecía no

es

uo

don permanente , sino una qualidad

pasagera , que depende solo de la volun–

tad de Dios, que la da

y

la quitd quando

quiere , como quiere ,

y

a quien le pa–

rece. S.

GREGOR.

H omil.

XJ.

in E zech.