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430

LIBRO TERCERO DE LOS REYES.

nes : si autem murtuus fuerit in

agro , comedent eum volucres

Caeli.

25

lgitur non fuit alter talis

sicu~

Achab , qui venundatus es(

ut

faceret malum in conspeél:u

Domini : concitavit enim eum

Iezabel uxor sua.

26

Et abominabilis faél:us est,

in

tantum ut sequeretur

ídola

quae

fecerandí~Amorrhaei

, quos

consumpsit Nominus a facie

fi–

liorum

Isrfe1.

27

ltaque cum audisset A–

chab sermones istos , scidit ve–

stimenta sua , et operuit cilicio

carnero suam , ieiunavitque , et

dormivit in sacco , et ambula–

vit demisso capite.

28 Et fuél:us est sermo Do–

mini ad Eliam Thesbiten, dicens:

29

¿Nonne vidisti humilia–

tum Achab

co~am

me

?

quía igi–

tur humiliat s est mei causa,

non inducam malntn

in diebus

eius

Q,

sed ·n diebus .fi.lii sui in–

feram ty unr domui eiu§.

• MS. A.

Y es f echo aborrible.

2

MS. 8.

Cabez cortto.

Humillado.

a

Aunque algunos Expositores con el

apoyo del

CaR

ysós

TOMO

se persuaden

que fué síncero el arrepentimiento de

Acáb ; esto no obstante otros muchos

creen, y no sin fundamento, que su dolor

no fué sino un sentimiento humano , ex–

citado del temor de los males temporales

de que se veía amenazado ;

y

no una de-

a

IV.

R egum

IX.

:z6.

ros :

y

si muriere en el cam–

po } comérlehan las aves del

Cielo.

2

5

A la. verdad no hubo otro

tal como Acáb , que se vendló

para.hacer el mal delante del Se–

ñor; porque Jezabél su muger lo

incitó.

26

Y

se hizo abominable', en

tanto extremo que seguía los ído–

los que habían hecho los Amor–

rhéos , los que destruyó el Señor

delante de los hijos de lsraél.

37

Mas Acáb habiendo oido

estas palabras , rasgó sus ves–

tiduras , cubrió su carne con

cilicio ,

y

ayunó , y durmió

_en saco ,

y

anduvo cabizba–

xo

2 •

28 Y fué hecha palabra del

Señor a Elías Thesbita, diciendo:

29

¿NohasvistoaAcábhumi–

llado delante

de

mí? pues por quan·

tose ha humillado por respeto mio,

no enviaré el mal en sus dras, si–

no en los días de su hijo haré que

venga el mal sobre su casa

3,

testacion síncera del pecado , la qua! no

puede nacer sino del amor de la justicia.

R ecayó luego en sus desórdenes , y aca–

bó miserablemente, como veremos. Pero

de aquí hemos de concluir , que si el Se–

ñor detiene su ira a la so!llbra y aparien–

cia de la penitencia , ¿qué eficacia no ten–

drá la verdadera para mover

su

corazon,

y

desarmar su cólera? Véase

S. GREGORIO

MAGNO

Homil.

x.

in E zech. num.

44·