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LIBRO' TERCERO DE LOS REYES.
Haec dicit Dominus : Quia di–
xerunt Syri : Deus montium est
Dominus , et non est Deus val–
lium ; dabo omnem multitudi–
nem. hanc grandem
in manu
tua , et scietis quía ego sum
Dominus.
29 Dirigebantque septem die–
bus ex adverso hi , atque
illi
acies , septli:na autem die com–
missum
eli
bellum : percusse–
runtque
~tii
Israel de Syris
centum millia peditum
in die
una.
30 Fugerunt autem qui reman–
serant in Aphec in Civitatem : et
cecidit murus super viginti sep–
tem millia hominum qui reman–
se·rant. Porro Benadad fugiens in–
gressus est Civitatem, in
cubi–
culum quo erat intra cubiculum:
3
I
Di 'er ntque ei servi sui:
Ecce aud1vimus g,úod Reges do–
mus ]sraei clementes sint : po–
namus ita ue saccos in lumbis
nostris , e funiculos in capiti–
bus nostris, et egreaiamur ad
Regem Israel : forsitan salvabit
animas nostras.
32 Accinxerunt saccis lum–
bos suos , et posuerunt funiculos
in capitibus suis , veneruntque
ad Regem Israel , et dixerunt
ei : Servus tuus Benadad dicit:
Vivat , oro te , anima mea. Et
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MS 8.
E nderezarolt sus azes.
•
In cubiculmn intra cubiculum
;
esto
es
,
iu locum intimum et abditissimum.
El Rey huyó, y se escondió en lo mas
retirado de su Palacio , dando órden a los
suyos, que guardasen e impidiesen entrar
al enemigo. Estos se repartieron por el
muro, que cayó sobre ellos,
y
los opri–
mió. No se sabe como fué esto; pero es
muy probable que Dios para castigar las
Israél : Esto dice el Señor : Pot·
quanto han dicho los Syros: El
Señor es Dios de los montes , y
no es Dios de los valles ; pon–
dré toda esta gran multitud en
tu mano , y sabreis que yo soy
el Señor.
29 Y por espacio de siete.días
estuvieron en órden de batalla' los
exércitos, el uno enfrente del otro,
y
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dia séptímo fué dada la bata–
lla : y los hijos de Israél mataron
en un dia cien mil hombres de
a
pie de los Syros.
30 Y los que escaparon hu-·
yeron a la Ciudad de Aphéc: y
cayó el muro sobre veinte y sie–
te mil hombres que habían que–
dado. Y Benadád entró huyendo
en la Ciudad , y escondióse en
una esta¡;¡cia la mas retirada
z
:
3r Y dixéronle sus siervos:
Mira que hemos oído decir que
son piadosos Jos Reyes de la casa
de Israél: pongamos pues en nues–
tros lomos unos sacos, y unas so–
gas en nuestras cabezas, y salga–
mos al Rey
~Israél:
tal vez nos
salvará las vidas.
32 Vistieron sacos
3
sobre sus
lomos, y pusieron sogas en sus ca–
bezas\ y vinieron a presentarse al
Rey de Israél , y dixéronle : Tu
siervo Benadád dice: Ruégote que
me salves la vida. Y él respon-
hlasphemias de
los
Syros , hizo que caye–
sen los muros ele
la
CiudJd , como en
otro tiempo los de Jericó.
3
Que eran unos vestidos negros
y
toscos, de que usaban en los lutos
y
en
las calamidades públicas ,
y
que tomaron
entónces para implorar la clemencia del
Rey de Israél.
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O en sus cuellos , como en señal de
que eran sus esclavos ,
y
le debían la vida.