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162

LIBRO SEGUNDO DE LOS REYES.

bat super has tam suam : porro

cu rrus et equites

app ~opinqua­

bant ei,

7 Et conversus post ter–

gum suum , vldensque me vo–

·cavit. Cui cum respondissem:

Adsum:

8 D ixit mihi :

¿

Quisnam es

tu ? Et aio ad eu.m : Arnaleci tes

ego surn.

9 Et locu tus est mihi : Sta

super me , et interiice me , quo–

niam tenent me angustiae , et ad–

huc tota anima mea in me est.

JO

Stansque super eum oc–

cid i illum : sciebam enim quod

vi

ve re non poterat post ruinam:

et tul i diadema quod erat in ca–

pite eius , et armillam de brachlo

illius, et attu li ad te dominum

meum huc.

Ir

A pre endens autetn ;Da–

vid vestimerota sua scidi t , om–

~esque

vi · qui er nt culn eo,

12

Et planxerunt, et fieve–

runt, et ·ewna_"V'er:un usque ad ve–

speram -su.pgr Saul e super Io–

nathan filium eius et super Po–

pulum D omini ee super domum

t

MS. 8.

Acobdado.

F ERR AR.

Am–

/rido .

Sobre la punta de su lanza. En el

Cap.

xxx1.

del r. de los

R eJ'CS,

y

en

el

1.

Para!.

x.

4· se dice que se arrojó so–

bre su espada : lo que sirve de prueba pa–

ra convencer de f.1lsa la narracion que ha-

ce aquí el Amalecita.

.

• Viéndose herido gravemente , su

exército ahuyentado,

y

los enemigos que

venian a caer sobre él.

3

Como si dixera : Mi alma se obstina

en

no

dcxar a este cuerpo miserable.

4

D t:spues del golpe mortal que se ha–

bia dado echándose sobre la punta de su

lanza : o que le acabarian los enemigos

que estaban ya sobre él. Esta excusa aña–

d ió el Amalecita, para que David no tu-

llé a Saul que se había echado

1

sobre su lanza: y lós carros y las·

caballerí~s

se acercaban a él.

7 Y volviéndose a mirar en

pos de sí, y viéndome me llamó.

Y habiéndole respondido: Heme

aquí:

'

8 Me dixo: ¿Quién eres tú?

Y le respondo : Yo soy Ama-

lecita.

·

·

9 Y él me dixo: Ven acá, y

mátame, porque me veo lleno de

angustias

2

,

y está aun en mí to–

da

mi

ánima

3, .

10

Y acercándome a él le ma–

té; porque veía que no podia vi–

vir

des pues de tal estrago

4 :

y

tomé la corona que tenia en su

cabeta, y el brazalete de su bra-

..zo, y te lo he traído acá a

que

~res

mi señor

s.

1

David ent6nces cogiendo

sus vestidos rasgólos , y todos

l0s que estaban c·on él

6 ,

t2

'Y

se lamentaron , y llo–

raron,

~ ·ayunaron

hasta la tar–

de por Saul y por Jonathás su

hijo y por e} Pueblo del Señor

y por la casa de Israél , por-

viese cosa alguna que culpar en su hecho.

5

Esta es

la

relacion que hizo a David

el Amalecita, la qua! por rodas partes es–

tá respirando t:tlsedad

y

mentira ;

y

en

esto convienen la mayor parte de los In–

térpretes. Lo que parece mas probable es,

que este Amalecita siguió a Saul en la ba–

talla, y que viéndole muerto le despojó

por la noche de la corona y del brazale–

te ; y creyendo haterse un gran mérito

con David, lo llevó para presentárselo ro–

do , inventando lo que aquí cuenta en ór–

den a la manera con que le quitó la vida,

que al parecer es inocente.

6

Se daban gol pes en los pechos , lo

que era señal de un grande duelo ,

y

poc

esto le imitaron todos los de su Corre.