CAPITULO XII.
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6 Curo autetn produéturus
curo esset Herodes, in ipsa no–
éte erat Petrus dorroiens ínter
duos milites , vinétus catenis
duabus: et custodes ante ostium
custodiebant carcerero.
7 Et ecce Angelus Domini
astitit : et lumen refulsit in ha–
bitaculo : percussoque latere Pe–
tri, excitavit eum, diccns: Sur–
ge velociter. Et ceciderunt ca–
tenae de manibus eius.
8 D ixit autem Angelus ad
eum : Praecingere , et calcea te
caJigas tuas. Et fecit sic. Et di–
xit illi : Circumda tibi vesti–
mentum tuum, et sequere me.
9 Et exiens sequebatur I'IUm;
et nesciebat quia verum est quod
íiebat per Angelum : existimabat•
autem se visum v)Jjere.
10
Transeun~
autem pri–
mam et secundam custodiam,
venerunt ad portam ferream,
quae ducit ad Civitatem , quae
ultra
aper.taest eis. Et exeuntes
processerunt vlcum unum : et
continuo discessit Angelus ab eo.
1
r Et Petrus ad se reversus,
dixit: N une scio vere, quía rni–
sit Dominus Angelum suum, et
eripuit me de manu Herodis, et
de omni expeétatio• plebis Iu–
daeorum.
1
Gozoso Pedro por verse y a a punto
de ofrecer su vida por su amado Jesus,
donnia con
el
mayor sosiego en medio de
los sold:1dos que le guardaban. Este es el
sueño de los justos , que en medio de los
mayores trabajos dcscans:m tranquila–
mente en manos- de Ja DiYina Provi–
dencia.
2
_Et Angcl.
3
Unos creen qnc la d rccl estaba fue–
ra de la Ciudad ,
y
orros que esta era la
Tom. ll.
6. Mas quando Herodes le ha–
bía de sacar, aquella misma noche
estaba Pedro durmiendo ' entre
dos Soldados, atado con dos cade–
nas : y las guardas estaban delante
de la puerta gua rdando la cárcel.
, 7 Y he aquí sobrevino el
Angel del Señor , y resplandeció
lumbre en aquel lugar, y tocando
a Pedro en el lado, despertóle, y
dixo: Levántate pronto. Y caye–
ron las cadenas de sus manos.
8 Y dixole el Ángel : Ciñe–
te, y cálzate tus sandálias. E hi–
zolo así. Y díxole
2
:
Vístete tu
ropa, y sigueme.
9 Y salió ,
y
le iba siguien–
do ; y no sabia ,que fuese verdad
lo que hacia el Angel: mas pen–
saba que él veía vision.•
IO
Y pasando la primera
y
la segunda guardia, llegaron a
la puerta de hierro que sale a
la Ciudad ' , la que se les abrió
de suyo. Y habiendo salido pa–
saron una calle ,:
y
luego se a–
pariló de él el Angel.
II
·Entónces Pedro volviendo
en si\ dixo: Ahora sé verdadera"
q¡ente, que el Señor ha enviado su
Angel, y me ha librado de mano
de
Herode~
, y de toda la expec–
tacion del (llieblo 6e los Judíos
s.
reitera
y
última puerta de la cárcel
,
que
por ser de hierro era la mas fue/re.que te–
l1ian que pasar.
Pero ella
por SI nusma les
dió el paso libre.
4
.Saliendo del embeleso en que esta–
ba por las maravillas que habia visto,
conoció que aquello no era sueño ni
vi–
sion inrclcérual, sino realidad
y
verdad.
s
Y
de que y o , como pensaba Hero–
des , sirviese de expeé'tkulo a los Judíos,
no solo a los de Jcrusalcm , sino a todos
K