cdmían
pitcífi~amente
los dos ánimales el sustento que Íes
haf
bia llevado el Siervo de Dios, i·eparó este, que un ratoncillo se
asomaba por un agujero sin atreverse
a
salir,
á
pesar de s9 ape–
tito, por el temor que le inspiraban sus dos mortales enemi–
go>. Compadecido Fray Martln, hablóle en estos
términos~
Hermano ratoncito, me parece que necesita alimento; venga
sin recelo, que no se le hará ningun dafio: y al mismo tiempo
mandó
á
la petra y
á
la gata, que dejasen comer en el plato al
raton sin hacerle ntal. Obecleciéronle los tres, saliendo el
uno del agujero, y dejandole comer los otros dos en un mis–
mo plato sin alteracion alguna. Llegai'on
a
esa tiempo algunos
Religiosos, los que divertídos y admirados tuvieron un rato
de entretenimiento, y otra prueba clara de la santidad de Fr.
Í\1artin.
·.
Encontró
á
un petra gravemente herido y desangrán–
dose mucho. Luego que lo vió el bruto, se le postró, y con
ahullidos lastimeros y lagrimas pedia ai Siervo de Dios
~ue
le
auxiliase. Lo hizo en efecto, no solo la\,andole la heéfa[t,
y
uniendola con suturas, sino poniendolo tambien eil una'cama
proporcionada. Luego que lo acostó en ella, le mandó que no
se moviese: y diariamente lo alimentaba y curaba,_hasta que
estubo sano, sin que en todo ese tiempo se hubiese levantado ·
el animal del sitio en que 10 puso.
Lo mismo sucedió con un perro mastín, que habiá
re~
cibido dos gtavísimas heridas; pues entrando á la enfermeria,
se postró á los pies de Fray lVIartin, pidiendole al parecer so–
corro con stls quejidos lamentables. El Siervo de Dios le
dijo: vea hermanó perro, lo que se saca de meterse
á
bravo.
El mastín le lamia, y con todas sus acciones imploraba su
au~
xilio. Tomóle de una oreja
á
vista de varias personas, y lo
llevó á su celda, donde le lavó las heridas con vino, le <lió
puntos en ellas, y lo acostó sobre unos pellejos, mandandole
que no se moviese. Cumplió este precepto el animal hasta
que estubo sano con el metodo dicho; y cuando el Siervo de
Dios le permitió que se levantase, le acompañó hasta la
muerte.
· ·
Tenia un perro
el
P . Procurador del Convento Gran–
de, que le habia servido fielmente diez y ocho años. Viendole
ya viejo y asqueroso, mando
á
los esclavos que lo echasen
fuera; mas como volviese siempre buscando
á
su amo, dió or–
pen de que lo sacasen arrastrando del convento y lo matasen.
Así lo hicieron los negros, y quitaron la vida al inocente bru–
tp. Llegó
á
ese
tie~po
Fray Marün,
y
movido
á
~asio~,
·