fray i\Iartin em sabedor ele ellos por
1-~vclaci,on,
y
se
lós
des·
cubría secretamente, para que no
volv1es~n
"' cometerlos. ·
·
· Cuando regresaba
a
la ciudad, ocurrían
á
él cuanto&
miserables enfermos conocían su meritv. Las puertas del
con\'ento se llenaban de pobres agm·ia<los de sus males;
y
h a–
ciendo en ellos
el
oficio de cinijano y enfe1mer0, los despe–
día consolados. Mas como algunos necesitasen mas prolija
asistencia, los llevaba
á
su celda hasta que sanaban, ó iba
á
sus reducidas habi t,tciones, para consolarlos diariamente. En·
tre estos huho una morena leprosa, cuya horrible y
tormen•
tosa enfe rmedad, no solo la aflijia. por la intensidad de los
dolores, sino tantbieti por el desamparo en que se hallaba;·
pues como en ese tiempo se reputase muy confajiosa dicha
enfermedad,
y
fuese suma su in<lij encia, carecía ele los auxi··
lios necesarios.
P ero Dios la proveyó de todo envianclole
á
su Sie1·vo F ray Martin. El fortalecía su alma, y la instruía
en las sublimes verdades de
la
relijion, para que tolerase sus
penalidades, como medio el mas eficaz para satisfacer
a
Dios
por sus deudas; purificar su corazon del vano y criminaf
a.pego
á
los frlvolos placeres que alhag,an. los sentidos;
alle~
garse mas
y
mas
á
Dios por la íntima union con Jesu-Cristo, y
por la infusicin de su Divino espíritu; y alcanzar la
~ecompensa
prometida
á
los c¡ue padecen con estos sentimientos. Al mis·
mo tiempo calmaba sus dolores con los remedios que creia.
convenientes, le lavaba la ropa,
y
continuo hasta el fallecí·
miento. de la paciente cuantos socorros le sujeria su inagota·
ble candad. D espues de muerta, convidó
á
varias personas
para gue presenciasen sus fünerales,
y
asistió él mismo
á
ellos,
ofreciendo al Padre Eterno en. union del Sacerdote,,
fa
Di.vina·
victima inmolada en
el
altar para sufraj..io de fa difunta.
Mer~ce
tambien especial consideracion el siguiente<
cas<;>.
Cammanclo por la calle Fray Martín, vió
a
un pobre·
anc1~no
llagaclo y asqueroso,
á
quien nadie había socorrido.
l!:I Siervo de Dios le acarició y consoló, alzandolo del· sue–
lo, Jlevandolo
a
su ct!<la, acostanclofo en su humilde lecho,.
Y. curandole las llagas. A poco rato de haber salido el pa–
ciente ?e la celda, entró en ella un Relijíoso converso; y vien–
do sucia .Y que despedía mal olor la frasada, por haber esta–
?
o
so~re
ella el pobre viejo llagado, trató
á
Frav Martín
ele
11npertmente y necio, reputando indiscretos
é
i-lusorios sus
oficios ele caridad. Oyóle el Siervo de Dios, y con su habi–
tual c.1r_cunspeccion contestóle de este modo: "Hermano mio,
yo qu1s1era Vfros mas caritativo cQn el projimo, qt\e
.cuida-~