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doso

po~

ten.er

siempre limpi\ y aseada la ropa. L as man·

chas de esta, con agua y jabon se quitan; mas las que afean

el alma por el defecto ele caridad con los pobres, sol<f pue–

den limpi arse con lagrimas de profunda humillacion y amar·

go arrepentimiento.'' ·

Creciendo cada dia el número ele enfermos que im·

ploraban en Ja P ortería el auxilio de Fray Martin por el buen

exito ele sus curaciones, y no faltando j amas algunos que por

la gravedad ele sus males, necesitaban reposo y prolija asis–

tencia, llevaba estos á su celda, y los medicinaba en ella hasta

su entero reparo como ya se ha dicho. Disgustaronse los

Relijiosos ele este caritativo ejercicio, luego que .percibi eroff

"l pasar por la puerta de la cel<la, el mal olor que exhalaban

esos miserables. A mas de eso, como las enfermedades de

algunos fuesen .d e las que entonces se creían contajiosas, el

P . Maestro Fray Agustín Vega, Provincial en ese tiempo,

prohibió á Fray Martín el que c.urase á ninguno en el con–

,iento. L e fue muy sen,sible este mandato; y antes de des–

pedir

á

los enfermos, suplicó al Prelado derramando muchas

lagrimas, que le permitiese continuar auxiliando

á

esos pa–

cientes desvalidos: pero como no le relajase el precepto, hiz ()

Fray Martin el sacrificio de su caridad en obsequio ele la

obediencia.

Sin embargo

~I

supo conciliar los sagrados derechos

de una y otra virtud.

Pidió una pieza á su hermana casada

que vivia cerca del convento, y llevó á ella esos desdichados,

á

quienes Dios consolo dandoles un Santo·que auxilianclolos

en todo, suavizase sus molestias,

é

hiciese mas llevaderos sus '

trabajos.

'

Pero Dius quiso· egercitar de otro modo

a

Fray Mar–

tín. Hirieron gravísimamente á un incligena en la Portería

del convento; y h'aUandose presente el Siervo ele Dios, lle–

vóle en brazos á su celda, y le aplicó hilas, venda y <lemas auxi–

lios oportunos. Luego que el suceso llegó

a

noticia del Pro- '

vincial, llamó

á

Fray M artin, y reprehendiendole agriam·eute

P?r .su inobediencia, le hizo postrar en tierra, y le dió una dis–

c1phna. Recibió la penitencia con su acos tumbrada humil- ·

dad y modestia, y envió al herido á casa de su hermana, para

que lo curase el cirujano, pm·que se suponia que Ja herida

era mortai. Curóla el factlltativo,

y

concibiendola superior

á los recursos de su arte, quedó admirado cuando'descubrien–

dola al siguiente dia, la halló perfectamente cicatrizada. E l'

indígena corrió al convento, y dió las gracias al Siervo

ele

])íos, reputa¡¡do

c.on

\odos milagrosa su sanidaq.