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S'f>S

asuntos político·s y morales, no solo. los reiijiosos mas

tondecorados ' Jos mas ilustres Seglares, sino tambicn el se–

ñor Virey, y el señor D. Feliciano Vega

Arzobispo~

Mé–

j.ico, que permanecio en esta ciudad por algun tiempo,

el

se–

ñor D . P edro Ortega Obispo de Arequip1fl' y muchos Oido–

res de la Real Audiencia. Y como observiisen todos, que

siempre correspondían los sucesos al concepto formado ante–

riormente, crecía la admiracion á par del reconocimiento, y

se respetabaa sus decisiones como las de un oraculo sagrado;

conociendo que tan raro talento en un hombre sin letras y

retirado del mundo desde su florida edad, solo podía prove–

nir de la infusa prndencia con que Dios le.favorncia.

ARTICULO 2.'

Su Justicia.

L a justicia es un habito del alma, por el cual dá á Dios

y

~l

proximo lo que se les.debe. Y así como la caridad es

ra1z de .todas las virtudes, así la justicia comprende

á

todas.

Por eso, di ce S. Agustin en el Libro

1.º

de las costumbres de la

iglesia catolica, justicia es el amor de Dios y del proximo;

y

S. Bernardo enseña en su Epístola

101,

que solo es justo

quien, comtemplando cuanto Dios le ama, corresponde á su

amor, amandole con todo su corazon. La justicia se divide

en universal, que consiste en Ja perpetua y constante resolu–

cion de observar todos los preceptos y obligaciones que cada

uno contrae como cristiano,

y

segun el estado que profesa; y

en particular, que considera separadamente los actos de las

virtudes, con respecto á Dios y al projimo, imperados por la

j ustici a gencraL Los hechos que comprende la vida d e Fray

Martin, manifiestan que cumplio exactamente los deberes de

una y otra justicia.

La heroiciclad de su justicia universal consta por infor–

maciones autenticas,

y

por el Capitulo j eneral celebrado en Ro–

ma el año de

1656;

porque despues de un examen detenido

y

circunspecto, se declaró que había observado perfectamente

hasta su fallecimiento, todos los preceptos d e Dios, de la igle–

sia, y <le sus constituciopes; y que á mas d e no habersele nota–

do nunca ni la mas leve imperfeccion advertida, practicó to–

das las virtudes en grado supremo

y

hereico, cuya Declaracion,

confirmó el Sumo Ponti fice el año

1762.

Cumplía la just.icia particular, sirviendo fielmente

á