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Habiendo perínitido Dios al Demonio, que ejercitase ·
a
Fray Martín, como le <lió el mismo ·permiso para con mu–
chos Santos; molestó por algunos años al Siervo de Dios, jtor–
mentando su cuerpo con violentos golpes, y afligiendo su es–
píritu con visiones horribles, sin duda para inclinarle al vi-·
cio y retraerle de los ejercicios piadosos, hast.a que colma–
do de meritas por continuadas y vigorosas resistencias á las
sugestiones diabolicas, se le concedió dominará los espíritus
malignos, lo que comprueban dos casos autenticas.
Subiendo Fray Martín de noche por una escalera an–
gosta
y
lóbrega
del con vento, llevando brasero con car–
bones encendidos para socorrer
á
los enfermos, vió en
un.es–e d on al Derr\.oni o, y le preguntó ¿qué hacia en ese
lugar?Costestóle, que por sus intereses; porque cuando estaba os–
curo ese sitio, trnpez ando y cayendo casi tocios los que su–
bían ó baj aban, decían con impaciencia, lleve el Diablo á.
quien q uitó la luz. D íj ole entonces el Siervo ele Dios, que
se fu ese á su infernal morada. R esi stióse el ¡11aligno;
y
po–
n iendo Fray M artín el brasero en el suelo, d esató la correa
con que cei'iia su Habito, y azotó al D emonio.
Se retiraba
este sober vio espíritu, no queriendo tolerar la h umillaci on
que le causaba verse d espreciado ele ese modo, pero sin salir
de la escalera. Quito entonces el Siervo d e Dios un carbon
del brasero,
y
tiñ endo la pared, formó una Cruz, á cuya vista
huyó precipi tadamente el tentador. Al día siguiente colocó
F ray M artín una Cruz ele mader a sobre el m ismo escalan
d onde estuvo el Demonio, y cuidó de que en lo succesivo no
falta se luz en la escalera. Despues de muerto el Siervo de
Dios, se pintó allí mismo al D emonio, para memoria del su–
ceso, y adoraban r e,·erentes la Cruz cuantos la veían.
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Durmi endo en la celda ele Fray Martín por órden d e
su P relado, un saij cnto
llamado Francisco de la Torre, que
se habia retraído en el convento por alguna persecucion, ob-
. servó una noche lo sig uiente. Despues d e
aco~tado
dentro
d e la alcoba dond e t e nia su c am a, sintió que entraba Fray
Martin
a
la primera pieza, y que cerraba con llave la puerta.
.Oyóle inmed iatamente h ablar con otra persona,
á
la que
increpaba con expresiones amargas, cliciendole, ¡para qué has
entrado aquí maldito? · Vete al lugar donde habitas. Estra–
ñ anclo este lenguaje el huesped, porque siempre
hab.ianota–
do que el Siervo de Dios hablaba con mucha mo
destiay
dul-
. z ura aun á. los inferiores; y oyendo al mismo tiempo grande
estrépito en
la
pieza, saltó
d e la cama,
y
notó que gol
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