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gicl-as por Di vir10 llamamiento, faltan
á
la palabra que jurarnu
ante los cido, y la tierra, si ert la
observ~nc1a
d e los
estat_u~o~
y
pra~icas
piadosas, no conservan
el
esp1r1tu_qt~e.
las exc1t? a
tan grandioso sacrificio. Dios concede espec1ahstmas gracias
a
quien elige para que se
le
consagre en el estado m as ..
~er
fecto; pero suspende muchas veces esos_pod_erosos aux1l10s,
cuando no se agradece tan g rande beneficio,
111
se hace el uso
d ebido de los medios que prescribe para perpetuarle. No hay
gracia que no sea don de Dios; ninguna
á
la que no _rueda re:
sistir la criatura,
y
nin guna que no se
.pter<la
faclhnente, o
por la vana confianza que d esvanece el justo temor de perder–
la,
ó
por la disipacion que sin sobresalto la espone
á
t odo ries–
go,
ó
por el apego
á
los bienes terrenos y
á
los deleites sensua–
les:
y
aun la fe, que es la gracia mas apreciable, origen de las
<lemas,
y
la base en que se a;>oyan, no esta csenta ele perderse
como todas.
La espericncia ha confirmado esta verdad d esde la
cuna del Cristianismo; pues asi como entonces millones de
fi eles fervorosos daban heroi co testimonio
el-;
su.
fe
i
vista
d e los suplicios mas horribles, cuya sola memori a estremece
al corazon mas imperterrito; tambien por el contrario, los que
en
la
ca~ma
de las persecuciones no se preparaban para el
futuro combate con
el
retiro del mundo, la abnegacion de sí·
mismos, y el horror
á
cuanto halaga los sentidos, en el tiempo
d e la prueba por lo comun apostataban de su
fe.
Y
sin traer
á
la memoria esos remotos siglos, en que la fe triunfaba en
unos,
y
perecía en otros segun la buena
ó
mala di sposicion
en que se hallaban; sabemos que por los mismos vicios,
y
sin
el
ten~o.r
del martirio, la han tn\icionado en todos tiempos,
y
la tra1c1onan hasta el rresente, muchos infelices. No debe
extrañarse por lo tanto, que aun entre
as per sonas que pro–
fe saron con verdadera vocacion, haya aigunas que, despues
d e haber llevado por algun tiempo con alegria y paz interior
el yu&o inonást1co, deseen
y
soliciten ser descargadas d e él,
seducidas y halagadas por las mismas causas.
Pero
á
ninguna le pareceria insoportable si todas an–
t~s
de prof-;sar, tuviesen la instruccion debida sobre las obliga–
c1ones que imponen los votos,
y
un afectuoso d eseo de obser–
v arlos. Mas segun lo que vemos, parece que algunas personas
antes de profesar, abstraen mentalmente alguno ele los Yotos, sin
".'":b~rgo
de que cada uno d e ellos es tan esencial al estado R e–
lig1oso, como, los de1:nas, Por ej emplo: hacen voto de pobreza,
n o ¡•or amor a esta virtud evan¡;elica, sino porque -es indispen–
sable hacerlo, para r¡uc se les d é la profesion, Asi es que ponen..