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-68-

gicl-as por Di vir10 llamamiento, faltan

á

la palabra que jurarnu

ante los cido, y la tierra, si ert la

observ~nc1a

d e los

estat_u~o~

y

pra~icas

piadosas, no conservan

el

esp1r1tu_qt~e.

las exc1t? a

tan grandioso sacrificio. Dios concede espec1ahstmas gracias

a

quien elige para que se

le

consagre en el estado m as ..

~er­

fecto; pero suspende muchas veces esos_pod_erosos aux1l10s,

cuando no se agradece tan g rande beneficio,

111

se hace el uso

d ebido de los medios que prescribe para perpetuarle. No hay

gracia que no sea don de Dios; ninguna

á

la que no _rueda re:

sistir la criatura,

y

nin guna que no se

.pter<la

faclhnente, o

por la vana confianza que d esvanece el justo temor de perder–

la,

ó

por la disipacion que sin sobresalto la espone

á

t odo ries–

go,

ó

por el apego

á

los bienes terrenos y

á

los deleites sensua–

les:

y

aun la fe, que es la gracia mas apreciable, origen de las

<lemas,

y

la base en que se a;>oyan, no esta csenta ele perderse

como todas.

La espericncia ha confirmado esta verdad d esde la

cuna del Cristianismo; pues asi como entonces millones de

fi eles fervorosos daban heroi co testimonio

el-;

su.

fe

i

vista

d e los suplicios mas horribles, cuya sola memori a estremece

al corazon mas imperterrito; tambien por el contrario, los que

en

la

ca~ma

de las persecuciones no se preparaban para el

futuro combate con

el

retiro del mundo, la abnegacion de sí·

mismos, y el horror

á

cuanto halaga los sentidos, en el tiempo

d e la prueba por lo comun apostataban de su

fe.

Y

sin traer

á

la memoria esos remotos siglos, en que la fe triunfaba en

unos,

y

perecía en otros segun la buena

ó

mala di sposicion

en que se hallaban; sabemos que por los mismos vicios,

y

sin

el

ten~o.r

del martirio, la han tn\icionado en todos tiempos,

y

la tra1c1onan hasta el rresente, muchos infelices. No debe

extrañarse por lo tanto, que aun entre

as per sonas que pro–

fe saron con verdadera vocacion, haya aigunas que, despues

d e haber llevado por algun tiempo con alegria y paz interior

el yu&o inonást1co, deseen

y

soliciten ser descargadas d e él,

seducidas y halagadas por las mismas causas.

Pero

á

ninguna le pareceria insoportable si todas an–

t~s

de prof-;sar, tuviesen la instruccion debida sobre las obliga–

c1ones que imponen los votos,

y

un afectuoso d eseo de obser–

v arlos. Mas segun lo que vemos, parece que algunas personas

antes de profesar, abstraen mentalmente alguno ele los Yotos, sin

".'":b~rgo

de que cada uno d e ellos es tan esencial al estado R e–

lig1oso, como, los de1:nas, Por ej emplo: hacen voto de pobreza,

n o ¡•or amor a esta virtud evan¡;elica, sino porque -es indispen–

sable hacerlo, para r¡uc se les d é la profesion, Asi es que ponen..