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Nunca calzó zapatos nu evos,
y
solo se ser,;la de los
usados
y
viej os que pedia d e limosna á lo.s R eli giosos.
.F ue
tanta su delicadeza en este punto, que hab1endole obseqmado
un p.
1 -
de zapatos nuevos un donado Qficial de zapatero, á
quien habia sana_do milagrosamente d e un brazo que se
~e
apostemaba con fre cuenci a, á causa d e
t~na
h enda que
h~bu~.
r ecibido en ií l antes de entrar en la Rehg10n ; no los adm1t10
di ciendolc, que agredeciese á D ios el benefi cio que le habia ·
h echo,
y
que diese
á
un pobre esos zapatos.
Su sombrero
era tan ordinario, como correspondia á su túnica
y
hábito,
y
lo llevhba siempre colgado á la espalda, sin cubrir su cabeza,
aun en la fuerte estacion de Invierno, ó Estio. No tu vo en
su celda imagen ninguna, sino una Cn1z de madera,
y
el Ro–
sario con licencia d e sus Prelados: t ampoco fueron propios los
libros espirituales que leia, sino de los R eligiosos que se los
prestaban, habiendo antes obtenido permiso d el superior.
A l parecer, no cabia mayor desprendimi ento; pero
Dios permitió que diese aun mas claras pruebas de su amor
á
la pobrez'a. Ya se ha dicho, que por ser notoria la estraor–
dinaria virtud de Fray Martin, le visitaban el Señor Virey
y
las personas mas ilustres d e la Capital.
Parccia pues que por
consideraGion á tan altas dignidades, habilitase su pobre celda
de muebles, para que los ocupasen; mas ni el r espc!o debido
'1
esos señores le h izo adornar su miser able h abitacion; y se
hizom as notable su total desprendimiento ele ]ascosas terrenas,
por las considerables sumas d e dinero que recibia con licencia
de sus Prelados: pues los que socorrian por su mano con tan·
ta largueza á los mi serables, podemos creer que reputando
á
Fray Martin el primero d e todos, le instarian que d estinase
al guna parte para sus necesidades. Mas n ad a admitia -para
sí, y por lo .tanto, triunfó b eroicamente su amor á la pobreza,
aun en mecl10 d e la abundancia.
ARTICULO ) .
Su obediencia.
Ningun cristiano ignora, que la inobediencia ele nues•
tro P adn: com_un, ocasionó su desgracia
y
la ele su posteridad;
Y
que J esu-Cnsto reparó coi. su obediencia la ruina espiritual
~~
todo el ·genero humano.
Pero no pudiendo los hombres
~ecobrar
los derechos que les mereció
Jesu~Cri sto
sin imitar·
le;
cle~en
todos ser _obedientes como él,
y
aseme]arsele t(ldo
lo posible en la rec,titud ele sus obras. Asi es que, no solo es·