ciertas trabas
á
la renuncia de sus l'>ienes, á fin ele consei·var la
prop iedad,
y
usar exclusivamente de lo que reti enen para sa–
tisfacer sus legitimas necesidades, sin agregar el
sobra~e
á
los
fondos de la comunidad: de lo que se deduce, que si les fuera
perinitido ·el estado que abrazan, disfrutando ele los bienes
que poseen en
el
siglo, preferirian la riqueza á la pobreza.
F'altandoles pues el amor
á
esta virtud por si misma,
y
·no
desprendiendo enteramente su corazon de todo lo terreno,
com;> deben desprenderlo los que quieran ser perfectos, segun
lo dice N.S . Jcsl!·Cristo;
y
no siguiendo cordialmente el es–
píritu de los que dan e.nanto tienen
á
los pobres, abandonando–
se
á
la Divina Providencia; no solo ponen un obice-Yoluntari o
á
su aproveehamiento,
y
pierden gr,an parte del mérito li gado
á la Profesion, sino tambien dejan una puerta . abierta á las
ilusiones del espíritu y corazon. Estas personas antes de
hacer
~us
votos, debian considerar la muerte repentina de
Ananias y Saphira, por haber mentido al E spíritu-Santo, se–
gctn se refiere en .!\ capit.
5.
de los H echos Apostólicos, pues–
to que miente
á
Dios, quien le hace voto de lo que no renun–
cia con todo su corazon.
Lo mismo que se ha dicho de la pobreza, debe enten–
d erse de la obedi encia
y
castidad; pues hay diferencia notable
entre obedecer por obligacion, ó por amor
a
la obediencia
y
al sacrificio de su propia voluntad; entre ser celibe por el es–
tado que se abrazó, ó por renuncia á las ventajas del matri–
monio, aunque no se hubies6 profesado. El amor pues
á
los
votos
Religiosos, que forman el espíritu de la profesion, es
por lo tanto el único medio que puede perpetuar en las per–
sonas relijiosas, el espíritu de su estado, purificarlas del natu–
ral apego
á
la propia exaltacion,
i
los bienes caducos,
y a
los
placeres que halagan los sentidos. Mas no se infunde este
amor, hasta la privacion ele los goces que licita
y
honestamen–
te pueden disfrutarse en el siglo, sin que el alma se penetre
d e las ventajas espirituales que se adquieren por la observan–
cia de los consejos ev,.ngelicos,
y
sin que clespues<le ilumina–
da, sienta en sí los efectos de la divina vocacion,
á
saber, des–
precio de las vanidades mundanas, sometimiento humilde de
Su propia voluntad
a
la agena,
y
amor de preforencia :í la vir–
ginidad, sobre cuantos honores
y
comodidades pudiera pro–
porcionarle el matrimonio.
Cuando se hacen los votos con esta disposicion, se
pro~
fesa en espíritu
y
verdad; y el sacrificio es tan grato y acepto
á
Dios, que selo en la eternidaGl tiene su merecida recompen-