-
112 -
y
para reprimida
y
aumentar el tormc1ilo, se lava·ba con vi–
uagre y.sal. Y como lueg'I:> se vestia
y
se desnudaba nuevamen–
te para volverse
á
azotar, se reabrian las heridas,
y
sobre ellas
se disciplinaba. Ofrecía el primero de estos tormentos por sus
pecados; el segundo, por la conversion de los infieles
y
peca–
dores;
y
el tercero, en sufragio por las almas del purgatorio,
no olv idando en ninguno de estos ejercicios,
á
sus bienhecho–
res, ni
á
las personas que se le habian Q.ncomeudado.
No pudiendo ocultarse mucho tiempo á los religiosos este
cruento sacrificio que hacia cada noche de su cuer po;
y
hacién–
d ose mas notorio por la sangre con que se veían manchados
Jos Jugares donde ¡nas frecuentemente se disciplinaba; se pu"
sicron algunos varias veces en acecho
á
la media noche,
y
ob–
servaron lo siguiente, segun lo declaro el padre Juan de la
Torre. Se disciplinaba con mucho fervo r de espíritu
y
actos de
contricion,
y
luego reprendiéndose
á
si mismo,
y
desprecian–
do sus acciones se decía: «Perro mulato vil, ¿cou qué corres–
" pandes
á
Dios los beneficios que te ha hecho, hacié ndote hi–
·»jo de la Iglesia, cristiano, católico,
y
religioso compaüero de
nta'ntos padres nobles, doctos
y
santos, en ''ez de haberte ar–
nrojado al infierno por todos tus pecados
y
escándalos? Hasta
»Cuándo ha de durar tu mala vida, tu tibieza
y
flaqu eza en el
"ejercicio
y
ocupaciones que te se han mandado.» Diciendo es–
to, se daba diez
y
seis ó veinte golpes muy fuertes de discjpli–
na,
y
sintiendo agudísimos dolores, mofándose con alguna so11-
risa decía: «Vive pues biel'l, perro mulato, sirve á])ios con pun–
»tualidad
y
atencion: enmiéndate" :
y
dicho esto vohia
á
disci–
plinarse derramando muchas lágrimas,
y
detestando su ti.bie–
za
y
pecados. Se notó en otras ocasiones que o¡:irobiándosc
al t erminar la disciplina, se decia: •Basta: ya estas bien ajus–
"tado; pero dámc pa labra de enmendarte
y
de vivir con toda
natencion, siniendo
y
amando
á
Dios con tocio afecto,
y
á t us
"amos los religiosos que hacen las veces de Dios, 'porque sino
nlo haces así, lo ha de pagar tu pell ejo, pe rro mulato." Luego
decía: «Ya esto está concluido; pero ahora debo cumplir Ja pa–
" labra que he dado
á
nuestros bu enos am igos",
y
se tl.aba como
cien gol'pes de disciplin a:
y
por último volvia
á
disciplinarse
cincuenta ó sesenta veces por las personas que le habiau pe–
dido las tuviese presentes en sus oraciones.
No le valía pues su industria para ocultarse, ni era po>iblc
entre tan numerosa comun idad. Asi es que, entrando
ú
la Igle–
sia en alta noche algunos religiosos devotos para hacer oracion,
temblaban al oir los nwtes que se daba el siervo de Dios den–
tro de una bóveda, de Jo que in struid o el prelado,
fué
á
la