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oraban fervorosamente, exhalando suspiros de afectuosa y do–
lorida contricion, y vertiendo copiosas lágrimas. Despues de–
cia fray l\Iartin: •vámonos recreando,
y
aprovechemos el
dia.~
J~l
recreo-era azotarse con santa crueldad,
y
anegar el suelo en
sangre. Acabada esta rigorosa penitencia, se despedían _hasta
otra ocasJon en·que vol viesen
a
recrearse con su santo entre–
tenimiento.
Quien
con~idere
que, en medio de tan horrorosas
y
continua–
das mortificaciones, fray l\lartin tenia vigor para servir
á
la ee–
fermeria,
á
todos los religiosos,
y
á innumerables pobres en el
cenvento
y
fuera de él; que practicaba todos los ejercicios pia–
dosos y caritativos que se han referido; y que, habiendo pade–
cido cuartanas por un aiio, nunca entró en cama, ni faltó á sus
obligaciones; ·se sentirá obligado á confesar, que lo sostenia una
fuerza sobrenatural, y que, por lo tanto, eran gratas á Dios sus
excesivas penitencias. Y para que jamás se dudase de que esa
era su voluntad, mandó cuatro ángeles que, en figura de ga–
llardos mancebos, acompañasen
á
fray l\1artiu con hachas en–
cendidas, cuando caminaba
á
media 'noche azotándose por los
claustros; lo que aseguraron varias personas, testigos de vista
en distintas ocasiones.
Supuesto todo lo dicho, no debe dudarse, .ni de que es in–
-discreto y reprensible el fervor de muchas personas que se inu–
tilizan paro sus principales obligaciones con excesivas peniten–
cias, por imitar
á
los santos en lo que no deben ser imitados
por todos; Iii tampoco de que Dios inspira á muchos siervos
suyos de uno y otro sexo que se martiricen cruelmente, dan–
do al mismo tiempo vigor á sus miembros, para que cumplan
con el cargo
á
que los ligó su Providencia, como se observó en
.fray l\Iartin.
. En é¡Jfueron los mas poderosos estímulos de su pasmosa pe–
nitenc.ia: purificarse mas y mas, considerando, por su profun–
dísima humildad, que cada dia ofendia á un Dios de infinita
-puveza y santidad: cumplir en su carne lo que faltó
á
la pasion
de Jesucristo, esto es, la mas copiosa aplicacion, y participacion
de sus infinitos méritog, por el desprecio de sí mismo, y por la
mortificacion de todos los afectos é inclinaciones viciosas que
emanan del cuerpo de pecado:
y
su ardiente deseo de impetrar
indulgencia
á
los pecadores, perseverancia
á
los justos,
y
su–
fragio
á
las almas del purgatorio. Pues, aunque son diversos los
estados de los bienaventurados en el cielo, de los viadores en
la tierra, y de las almas pacientes en el lugar de su purificacion;
todos componen una Iglesia, cuya cabeza es Jesucristo, que
á
todos vivifica, y cuyos miembros se auxilian mútuamente. Los