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nuia, muy prorcchosa segun las circunsta ncias de cada
un o,~·
de Ja cual no se ha eximido ningun santo canonizado cutre los
confesores, vírgenes
.Y
viudas. Los medios de practicarla so n:
Jos ayunos, cilicios, disciplinas,
y
otros instrumeLltos de esta
especie que atormentan el sentido del tacto,
á
mas de los que
el espíritu de mortificacion ha sugerido
á
muchos sautos, para
molestará los demas sentitlos.
Son muchos los textos de la Escritura que demuestran cuan
eficaces sou los ayuuos extraordina rios para implorar la
mis~ricordia de ])ios, y obtener el perdou de los pecados;
y
am1que
uo se réfiriese en la Santa Biblia otro suceso mas que el,de
:\í–
nive, desp-ues de la predicacion del profeta Jouús, este solo bas–
ta ria para probar su importancia. Pues, habiéndose abandona–
do esa populosisima ciudatl
ú
todo género de placeres crimina–
les, bajo el reinado de Sa rdauápa lo, }'dado este rey
á
sus vasallos
el ejemplo de la mas escandalosa prostitucion; impetró la iu–
dulg·eucia,
y
el que
110
se' verificase ia Ill'óxima ruina de la ciu–
dad, vaticiuada por
t>l
prnfeta, luego que, por su mantlato,
observaron uu rigoroso
nym10,
no solo los hombres, sino tam–
hien las bestias.
Jonál!, cap .
3,
verso
71 .
De los cilicios se hace tambieu meuciou en muchos lugares de
la fac ritura para el mismo fin. Por el sa lmo 3ti y 68; y por e[
cap.
1.'
del lib.
1.
0
de los PnualipómP.nos, sabemos que el rey
David mortificaba su cuerpo con cilicios: lo. mismo hizo el rey
Jorau cuaudo, en una crnel hambre, supo que cierta inadre ba–
bia comido
á
su hijo, segun se lee en ·et libro de.Jos Reyes, cap.
(5:
los sacerdotes cubriernn sus carnes cou cilicios, luego que lio–
lofcrn es siti ó
a
Iletulia, como consta de l libro
t1
de los Beyes
cap.
1.
0
verso 9; y los profeta:;, predicando la peuiteucia, rec0-
meudaba, los cilicios.
Ceii,ios de cilicios, plai1icl
y.
an/wllad, porqw:
no se ha apartado de nosot·1•os
fo
im
del f1wor del Seiwr,
gritaba Jere–
mia_s, lo que puede verse en el ca p.
ti.
0
ver. 8 de sus profecias:
y
que Macabeo co a sns com parie ras de armas, viendo acercarse
su euemigo, postrados en Ja grada del altar para que el Seüor
los socorriese, echaro n tierra sobre sus cabezas,
y
ciñeron sus
lomos con cili cios, se dice en el seguudo libro de los l\Iacabeos,
cap.
10,
Yer.
2 15.
Pero debe sabe rse que los cilicios de aque–
llos t iempos, era n un Ycstido ásj)ero de pelos de cabras
ó
de
camellos sobre las carnes, como el que usaba el precursor de Je–
sucristo,
y
que solo ha ce corno cuatro sigfos poco mas ó meuos,
que se inventaron cilicios de fierro ó de otro metal.
De la disciplina, como mortificaciou corporal, no se hace
meucion ni en la Escritura, ni cu los primeros siglos de la Igle–
sia ; pues, aunque en el salmo 2 se lee la palabra disciplina, sig-