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puncion
y
rle amor. De aqu í su singular mocie:;tia
y
compostura
en el siglo, su retiro
y
separncio u de las criaturas,
y
la abstrac–
cion de su alma atenta al objeto amado·, para oír sus iuspira–
ciones, al mismo tiempo que cump lia con los deberes domésti–
cos v con los de su caritativa profesion.
1
su" oraciou fue siu eluda mas elqvada
y
perfecta , desde qu e
entró en la r cligiou
y
rompió enteramen te toda comunica–
cion cou el sigld; pues, contrayéndose excl usi•:nmeute
á
la ora·
cion en los nueve afios de su noviciado, se preparó
á
recibir en
mayor copia los dones del Espí ritu Santo, para que contempla–
se las ''erdades eternas de un modo mas snblim't.
Y,
aunque,
por las obligaciones de su cargo, 110 puedan numernrse las horas
que empleaba en la oraciC\oll, es cierto que oraba mental
y
vo–
calmente de dia
y
tle noche, en el coro, eapitulo
y
dorm itoi·io,
todo el tiempo que "e lo permitian sus precisas oc upaciones, sin
que falta,,e jamós
á
11h1guna_de ellas, por continuar orando;
~·
sip que dejase de reLirnrse
á
ornr, ll1e¡t0 que no se ,lo irnpedia el
ejercicio de caridad con sus hernrn110s. '('(o sabemos
á
cua nto
tiempo de profeso fue favorecido con el don de la cou templa–
cion, ni cuaudo permitió Dios que fuesen notorios
y
vi•tos
de varias personas sus admirublo; éxtasis, eleYacio1,1 de cuer–
po
y
den)as carismas de que dcspucs trataré. Pero es induda–
b le, que, como estos favores suponen íntima nnion con Dios,
su marnvillosa repeticion acrndita, que se habia hecho habitual–
mente un cspiritu con Dios. Así, uo es extrnüo que su üda fuese
mixta de coutemplacion
y
de accion , viviendo con la vida divi–
na de intcligeucia
y
amor, al mi:;mo tiempo que asistía
-y
con –
solaba
ú
los enfermos,
y
que trnbajaba y se ocupaba como escla–
vo en los ministerios mas servil es de l campo
y
del con\·en!o; ni
tampoco lo es que, por la infosio u dicha de los divinos dones,
exhortase
á
la virtud de un modo elocuente
y
persuasivo,
y
qne
escribiese clocumentós importautes para instruccion permanen–
te de cuantos le escuchaba n, como llevo dicho .
Y
si entonces
lamenté la pérditla de esos escritos insl'irad0s por el Espíritu
S;rnto, mucho mas d-ebo lamentar ahora el que no se exami nase
el espíritu de es te varon extraordinario, como se exam inó el de
nuestra patrona Santa Rosa, por siete teólogos, cuatrn religio–
sos dominicauos, dos .i.esuitas,
y
el doctor don
Jn.a11
del Cas tillo.
lis te era seglar, médico ele mucha rc putacion en Lima,
y
gra–
duado de doctor en esta Universidad de San Ma rcos. A mas de
haberse distinguido mucho en su profesion, ern tan profundo
místico
y
sublime contemplativo, que no solo fue uno de
l o~
exam inadores de la santa, nombrado como los otros seis por la
religion dominicana, sino que ellos quisieron fuese el primer exa·