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«mos, pues, mirar la oraciou como un remedio destinado
á
curar
•nuestr.asflaquezas,
y
á
reparar nuestras faltas. Jesucristo nos
•dice quepecamos todos los dias de nuestra vida;
y
por lo tanto,
·debemos orar cada dia, para obtener el perdon.
J,a
oracion
·del primer hombre·era una accion de alabanzas á Dios; pues,
•mientras perma.ueció en el Paraíso, no necesitaba gemir, por–
•que entónces. unido
á
Dios y
bañ~do
de alegria, nada turbaba
•SU
conciencia; mas,
~stando
sus hijos desterrados de esa tier–
•ra deliciosa, debeu clamar al cielo para alcanzar, por ·su hu–
•mildad, que Dios se acerque á ellos, considerando que, por la
•soberbia, fué abandonado el padre eomun "'
Fencl&n, ibid.
A quien el Espíritu Santo .enseña
á
orar cou estos sentimien–
tos, excitando en su corazon gemidos inexplicables, el mism<>
Divino Espíritu le insp,ira confianza de que conseguirá lo que
pide, por los méritos de Jesucristo, nuestro mediador
y
abo–
gado, sin que ni la menor duda inquiete y turbe su confianza ,
segun aconseja Santiago.
Y
como lo que mas desea es el bien
de su alma, esto es el reino de Dios en ella y su justicia, y pa–
ra el cuerpo solo pide lo que le es absolutamente necesario;
su peticíon es en todo acepta
á
Dios,
y
cree que le concederá.
lo que le pide, porque así lo promete en su Evangel io.
Es verdad que suele Dios retardar su socorro, por el mis–
mo bien del alma que le suplica, para excitar su humildad,
y
para que consiga ser consolada por el mérito de orar con per–
~everancia;
y
por lo tanto, debe continuar orando sin inquie–
tud
ni impaciencia . Merece considerarse atentamente sobre
esta materia, la siguiente doctrin a:
•Si una alma inocente, desprendida de criaturas,
y
aplica–
«da continuamente
á
Dios, padeciese desamparos interiores,
«deberá humillarse, adorar los designios de Dios sobre ella,
•y redoblar con fervor sus oraciones. l\[as, quienes tienen
«qu e reprenderse todos los días por sus infidelidades, ¿podrán
«quejarse con razon de que Dios no se les comunique? ¿No
•deben confesar que sus pecados han formado entre el cielo
"Y
ellos una espesa nube, y que Dios se 0eulta justamente
á
sus
•ojos? ¿No nos ha buscado Dios cien veces en nuestros des–
«carrios? ¿No nos hemos ensordecido cuando nos ha llamado?
u¿Y no hemos sido insensibles é ingratos
á
los atractivos de su
«bondad? Pues pür eso quiere que sintamos ahora cuán ciegos
"Y
miserables éramos huy endo de
él.
Así como anteriormente
• nos prevenia, quiere al presente qué le prevengamos, redu–
«ciéndonosa merecer, por nuestra paciencia, los favores que
• nos prodigaba, cuyo precio ignoramos;
y
que, habiéndonos
"esperndo tanto tiempo, le esperemos cuando lo deseumos.