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CAPITULO VII.
SU ORACIOM.
Hace dos siglos que el Cardenal ]lona, escribiendo sobre la
oracion, principió de esta manera: «Son muchos los escritores
"que han enseñado lo que es oracion, sus grados y partes, sus
"causas
y
efectos, su necesidad y excelencia. Por lo taubo, ex–
"tractaré sucintamente de ellos las cosas mas notables que con–
"ducen
á
la práctica de la oracion, remitiendo
á
quienes quie–
"rau instruirse perfectamente sobre esa materia,
á
los que han
"tratado de ella con la debida exteusiou... Yo debo decir lo
mismo con mucha mas razon, puesto que, posteriormente
~
la
época en que vivia dicho Cardenal, no solo se han publicado en
lengua vulgar muchas obras ascéticas y místicas, en las que se
enselia cuanto debe saberse sobre la oracion, sino tambien pron–
t uarios manuales, qtie facilitan su ejercicio¡\ las personas piado–
sas. Verteré, pues, solamente, en este artículo, algunas senten–
cias y doctrinas, diseminadas en las obras de varios santos pa–
dres, y de otros sabios esoritores, persuadido á que pueden ser
utiles á los que no entienden los originales, publicados en latiu
ó en francés. Y, considerando que la peticioa, no solo constitu–
ye una parte principal de este ejercicio, sino que ella sola es
una especial oracion, que obliga
á
todos Jos cristiauos, los extrac–
tos que hai::a, se limitarán á la peticion.
Se prueba cuan interesante y necesaria sea, porque la ora·
cion dominical ense1iada por Jesucristo, quien nos dijo:
Asi ora–
..cis,
y que, por lo tanto, es el modelo de toda buena oracion,
consta de siete peticiones, las que han sido analizadas y ex,pli–
cadas por muchos sabios y santos con el mayor elogio, aunque
solo el ser dictadas por Jesucristo convence de su excelencia,
como lo dice San Cipriano, en su tratado sobre la oraciou domi–
nical, por estas palabras: •¿Qué oracion puede ser mas espiritual,
• que la que nos ense11ó Jesucristo, el cual nos envió al Espíri–
• tu Santo'/ ¿Qué oracion mas ''erdadera para Dios Padre que