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• la que salió de la boca de su Hijo, que es la eterna verdad? Asi
,, es que, orar de otra numera de la que él nos enseñó, seria no
nsolo ignorancia, sino culpa; puesto que él mismo dijo: dese–
•chais el mandamiento de Dios, por establecer vuestra tradi–
»cion. Oremos, pues, muy amados hermanos, como nos enseñó
,, nuestro·di\'ino Maestro. Grata
y
fmmliar
á
Dios, es sin duda, la
,, oracion que se le hace con sus mismas palabras,
y
que, salieu–
"do de los lábios de Jesucristo, ha de penetrar los oidos de su
,, Padre. Reconozca este, cuando le rogamos, las mismas paia–
" bras de su Hijo,
y
tengamos en la boca al que habita en nues–
• tros corazones."
La oracion de Jesucristo en el huerto fué tambien una peti–
cion, contenida en pocas palabras, las que le bastaron para su
prolongada oraeion. Al considerarlas, se representaron e¿1 su
imagiuacion la acerbísima penitencia que su Padre le imponia
por la redencion del género humano,
y
la innumerable · multi–
tud que se babia de perder eternamente, por no querer apro–
vecharse de los infinitos méritos,
á
cuya participacion les daba
derecho con su sacrificio. Suspendióse un rato el curso de la
sangre en la superficie de su cuerpo, por el estremecimiento de
sus músculos, angustia
y
agonía de su espíritu contristado con
esa profundísima meditncion, hasta que, por la conformidad de
su mente
y
voluntad humana con la divina, la
saug~·e
acumula–
da en el corazon
y
vasos mayores, se dirigió con ímpetu á la
cutis, abrió las boquillas de los poros exhalantes,
y
derramán–
dose por el cuerpo, humedeció la tierra. El mismo Jesucristo
ofrece acceder
á
nucsti·as peticiones,
y
conc.edernos las gracias
y
mercedes que le pidamos, diciéndonos por San !Uateo, en su
capítulo 7,
y
por San Lucas, en el 11:
Pedid
y
se os dará: buscad
y
hallareis: llamad
y
se os·abrirá: porque todo aquel que pide, recibe:
y
el que busca, halla;
y
al que llama,
sel~
abrirá.
Es tambien de no–
tar que, por la simple petioion de los necesitados, obró Jesucris–
to los mas estupendos milagros;
y
tal ' 'ez por estas considera–
ciones, San Basilio
y
San Gregorio Niceno, citados por el,Carde–
nal Bona, definiero'n la oracion:
Peticion que hacen
á
Dios las
personas, por la concesion de alg111n bien.
Pero, para que sea fruc–
tuosa la peticion, no solo ha de ser conforme en todo al espíritu
de la oracion dominical, sino tambien deben acompaliarla deseo
vehemente de conseguir lo que se pide, atencion reverente
á
Dios, profundísima humildad, firme confianza por los méritos
de Jesucvisto,
y
perseverancia en pedir. Citaré
a
algunos santos
padres
y
maestros de espíritu, que comprueban Ja importancia
da estas condiciones en la oracion. "'ru d·eseo es oracion, y tu
•
conti~uado
deseo es coutinna oracion.. .... Quien desea ora sin