-
93 -
Llamóle en una ocasion otro religioso que padecía un achaque
habitual, y porque no fué prontamente,
ú
causa de estar auxi–
liando á otro que estaba gravemente enfermo, cuaudo entró á
verl e, lo insultó con 11.>do género. de agravios, manifestándose
sumamente indignado y ofendido. Sufrió en silencio el siervo
de Dios tantas injurias, y se retiró á su celda, dando Jugará
que se tranquilizase el corazon iracundo del religioso. Pasado
un rato, volvió
it
visitarle, suponiendo que hubiese calmado su
enojo; mas no fué asi: pues, mas enfurecido, le maltrató de cuau–
tos modos le sugirió su desenfrenada pasion. Postróse
á
sus pies
fray Martin, pidiéndole perdon, con muchas lágrimas, de la ima–
ginaria ofensa que le imputaba; pero tanto mas se encendia la
ira del religioso, cuanto mas se humillaba el siervo de Dios.
Yiéronle en esta postnra·otros religiosos, que llegaron, oyendo
los descompasados gritos del enfermo, y preguntaron
á
fray
~Iartin
que había ocurrido, y por qué estaba en esa postura.
A lo que les respondió con modestia
y
tranquilidad de ánimo:
«Este padre me ha dado con el polvo de mi bajeza en los ojos,
"y
me ha puesto la ceniza de mis culpas en J¡¡ frente. Yo le
• agradezco tan útil recuerdo; mas no me atrevo á besarle las
"manos, conociéndome indigno de llegar adonde baja el mismo
·Dios; pero estoy
á
sus pies, los que aun no merezco tocar, por–
"que son de un sacerdote. Conozco y confieso que el padre
"ha procurado de este modo recor<iarme lo que soy por mi ba–
" jo nacimiento, y por mis ruines costumbres, á fin de que no me
"ensoberbezca, viéndame en compañia de vuesas pateruidades
"y
recibiendo Ja estimacion que no merezco."
.
Toleró con alegría
y
humillacion otras muchas vejaciones de
esta especie, no solo de los religiosos
~nfermos
y de lo$ sanos,
sino tambien de algunos prelados que sin motivo le injuriaban,
y
auu le disciplinaban, como si fuera un criminal. No me corres–
ponde decidir, si seria grata á Dios esta conducta de los supe–
riores, con el fiu de probar la virtud del sieno de Dios. Pero
sé que el prelado hace oficios de padre con sus súbditos;
y
que
ningun padre, ·estando en su juicio, insulta y castiga á sus hijos,
cuando cumpleu· exactamente lo que les manda; y tambien sé,
que, si
á
todos obliga ser mansos, humildes y caritativos, mucho
mas
á
los que estáu sobre el candelero, porque deben servir de
modelo
á
Jos demas, y excitarlos, con el esplendor de sus vir–
tudes,
á
que sea glorificado por ellos el Padre celestial. Pero
á
fray Martin le fue muy útil la imprudencia de unos, Ja impa–
ciencia de otros, y la soberbia é injusticia de cuantos le mal–
tratabau; pues, postrado
á
los pies de cada uno, les pedia per–
don ;
y
confesáudose reo de mayores castigos, rogaba
á
Dios, con