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VI
PROLOGO DEL TRADUCTOR
dad tan alta como se cree;. y que
el
verda–
dero Autor de esta obra ha tomado los res- ,
petables nombres de Phocion, y Nicoclés,
para dar mas valor á su doctrina.
Confieso no me han convencido las ob–
jeciones,
que.mehacen estos Críticos, aun–
que estoy siempre á su favor. Si es amor
propio de Traductor , ó me fundo en razon,
lo juzgará el Público. El silencio de Cicc–
ron , si no me enga.iío, no es argumento in–
vencible contra la obra que traduzco; pues
si para el orden de las materias , que trataba
en sus Oficios, sus Tusculanos, sus Diálo–
gos sobre la naturaleza de Jos Dioses , &c.
no le pareció del caso hablar de los Entrete–
nimientos de Phocion, ¿por qué los babia
de citar? Donde tenia ocasion de exponer
su doctrina era en su tratado de L eyes,
y
sobre todo en sus libros de la República.
Y
si verosirnilmente digo, que en estos lo ha
hecho, me parece que solo puede oponérse–
me una duda vaga, que nada
prueba;~
es bien notorio , que la primera de 'éstas
obras no ha llegado entera
á
nuéstras ma–
nos , y la segunda nos es conocida solamente
por unos conos fragmentos.
Convengo en que el silencio de Plutarco
hace mayor dificultad ; pero porque este
no cite el escrito de Nicoclés,
¿es
preciso
inferir que no le ha conocido? ¿No se
vé
qu"