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terio divino, el origen
y
constitnción del mundo,
del espíritu; la naturaleza de éste, sus relacio–
nes con
el
cuerpo,
y
su destino, no c;:ien pues
bajo el dominio de la ciencia. · El hijo del si–
glo XIX tiene que correr un velo sobre todas
ellas. · Si él pertenece, por su parte, á
uha
reli–
gión determinada,
y
con honradez la profesa;
debe conservarla respetuoso en su conciencia
y no fanática
y
torpemente tratar de imponer,
lo que no se puede imponer, porque el pensa–
miente no admite ligaduras forzosas. Sólo él
mismo, libremente, se fijará un lecho de arena
para descansar dormido. ¿Acaso el hombre con–
tra el mandato de la naturaleza, puede señalar
límites á la inmensidad .del Océano'
á
· sus co–
rrientes y ondulaciones, ímpetus
y
tormentas?
Conforme á estas ideas, la filosofla es_colásti–
ca, que representa el
pens:J.mientocristiano en
la Edad Media, y que es, como dice un notable
escritor, la expresión científica de aquella so–
ciedad; puede tener inmenso valor considerada
bajo un criterio religioso, del que, sin duda, se
halla desprovista al juzgársele por su mérito
estrictamente filosófico y humano.
·
La Escolástica, en nombre de la
fe,
conver–
tía á la filosofía en humilde sirviente de la teo–
logía revelada; proporcionando sólo aquélla las
armas necesarias . para dará ésta mayor fuerza
y
desarrollo. El espíritu filosófico, que como el
de Ockam, pretendía levantar el yucro, era re-
-primido con toda errergía. De esta
~uerte
fué
encaminada la actividad del pensamiento por
la dialéctica; procurando así que en un oscuro
/onnalismo
fatigase sas bríos
y
engañ8se las