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pos, no se haya comprendido el alca nce de la
psicología el e A ri stó teles, cuand o hoy mi smo
su di s tin g ui do trad uctor y comentador Ba rthe–
lemy Sai nt-Hilaire, se ma nifi es ta en s u crí.tica
más atrasado que el viejo filósofo!
De la ad mirable elas ticidad del genio helé–
ni co nacie ron dos esc uela s, que , principalmente
por sus doctrinas morales, han ejercido por al–
gunos siglos dec isiva influ encia en la vida ele
los pueblos: la escuela Estoica y la escu ela Epi–
cúrea. Ambas se nsuali s tas , pero aquélla ense–
ña ndo la virtud seve ra y la irnpasibiliclacl ética,
ésta el placer tranquilo, la existencia desp reo–
cupada, como norma ele la.s acciones humanas.
Juntas las dos represe ntan, en parte, la cruel
antinomia qu e divid e nu es tro corazón entre el
deber
y
el place r. Pero ni la una ni la · otra
proclamaban principios de lucha acriva, trage–
dias de la virtud sublime, ó convulsiones ani–
quil ado ras el e la voluptuosidad; nó, amb<"Js ll e–
van el espíritu
á
aquel deplorabl e estado ·que
se apodera ele una naturaleza escéptica. El al–
ma herida por el sutil esceptici smo qu e ellas,
en su disección, conti en.e n, al leva ntar la vi s ta
á
lo Alto, sólo . encuentra un firmamento sorn ·
brío é indiferente.
Llegó un día en que las incon stantes v1c1-
situdes de la gloria humana condujera, atado
al carro de victoria ele un pueblo conquistador,
el genío de la Grecia. Entonces la idea espe–
culativa
y
artística se convierte, mediante el es–
píritu romano, en un hecho positivo. La su–
blime filosofía se tran sforma en jurisprudencia